1. “Sed
testigos de mi resurrección” (cf. Lc 24, 46-48), Jesús dice a
sus Apóstoles en el relato del Evangelio apenas proclamado. Misión
difícil y exigente, confiada a hombres que aún no se atreven a
mostrarse en público por miedo de ser reconocidos como discípulos
del Nazareno. No obstante, la primera lectura nos ha presentado a
Pedro que, una vez recibido el Espíritu Santo en Pentecostés,
tiene la valentía de proclamar ante el pueblo la resurrección de
Jesús y exhortar al arrepentimiento y a la conversión.
Desde entonces
la Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo, sigue proclamando
esta noticia extraordinaria a todos los hombres de todos los
tiempos. Y el sucesor de Pedro, peregrino en tierras españolas,
os repite: España, siguiendo un pasado de valiente evangelización:
¡sé también hoy testigo de Jesucristo resucitado!
2. Saludo con
afecto a todo el pueblo de Dios venido desde las distintas
regiones del País, y aquí reunido para participar en esta
solemne celebración. Un respetuoso y deferente saludo dirijo a
Sus Majestades los Reyes de España y a la Familia Real. Agradezco
cordialmente las amables palabras del Cardenal Antonio María
Rouco Varela, Arzobispo de Madrid. Saludo a los Cardenales y
Obispos españoles, a los sacerdotes y a las personas consagradas;
saludo también con afecto a los miembros de los Institutos
relacionados con los nuevos santos.
Agradezco
particularmente la presencia aquí de las Autoridades civiles y
sobre todo la colaboración que han prestado para los distintos
actos de esta visita.
3. Los nuevos
santos se presentan hoy ante nosotros como verdaderos discípulos
del Señor y testigos de su Resurrección.
San Pedro Poveda,
captando la importancia de la función social de la educación,
realizó una importante tarea humanitaria y educativa entre los
marginados y carentes de recursos. Fue maestro de oración,
pedagogo de la vida cristiana y de las relaciones entre la fe y la
ciencia, convencido de que los cristianos debían aportar valores
y compromisos sustanciales para la construcción de un mundo más
justo y solidario. Culminó su existencia con la corona del
martirio.
San José María
Rubio vivió su sacerdocio, primero como diocesano y después como
jesuita, con una entrega total al apostolado de la Palabra y de
los sacramentos, dedicando largas horas al confesionario y
dirigiendo numerosas tandas de ejercicios espirituales en las que
formó a muchos cristianos que luego morirían mártires durante
la persecución religiosa en España. “Hacer lo que Dios quiere
y querer lo que Dios hace” era su lema.
4. Santa
Genoveva Torres fue instrumento de la ternura de Dios hacia las
personas solas y necesitadas de amor, de consuelo y de cuidados en
su cuerpo y en su espíritu. La nota característica que impulsaba
su espiritualidad era la adoración reparadora a la Eucaristía,
fundamento desde el que desplegaba un apostolado lleno de humildad
y sencillez, de abnegación y caridad.
Semejante amor y
sensibilidad hacia los pobres llevó a Santa Angela de la Cruz a
fundar su "Compañía de la Cruz", con una dimensión
caritativa y social a favor de los más necesitados y con un
impacto enorme en la Iglesia y en la sociedad sevillanas de su época.
Su nota distintiva era la naturalidad y la sencillez, buscando la
santidad con un espíritu de mortificación, al servicio de Dios
en los hermanos.
Santa Maravillas
de Jesús vivió animada por una fe heroica, plasmada en la
respuesta a una vocación austera, poniendo a Dios como centro de
su existencia. Superadas las tristes circunstancias de la Guerra
Civil española, realizó nuevas fundaciones de la Orden del
Carmelo presididas por el espíritu característico de la reforma
teresiana. Su vida contemplativa y la clausura del monasterio no
le impidieron atender a las necesidades de las personas que
trataba y a promover obras sociales y caritativas a su alrededor.
5. Los nuevos
Santos tienen rostros muy concretos y su historia es bien
conocida. ¿Cual es su mensaje? Sus obras, que admiramos y por las
que damos gracias a Dios, no se deben a sus fuerzas o a la sabiduría
humana, sino a la acción misteriosa del Espíritu Santo, que ha
suscitado en ellos una adhesión inquebrantable a Cristo
crucificado y resucitado y el propósito de imitarlo. Queridos
fieles católicos de España: ¡dejaos interpelar por estos
maravillosos ejemplos!
Al dar gracias
al Señor por tantos dones que ha derramado en España, os invito
a pedir conmigo que en esta tierra sigan floreciendo nuevos
santos. Surgirán otros frutos de santidad si las comunidades
eclesiales mantienen su fidelidad al Evangelio que, según una
venerable tradición, fue predicado desde los primeros tiempos del
cristianismo y se ha conservado a través de los siglos.
Surgirán nuevos
frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida, como auténtico
santuario del amor y de la vida. “La fe cristiana y católica
constituye la identidad del pueblo español”, dije cuando
peregriné a Santiago de Compostela (Discurso en Santiago,
9.11.1982). Conocer y profundizar el pasado de un pueblo es
afianzar y enriquecer su propia identidad ¡No rompáis con
vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar
al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia.
6.
“Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc
24, 45). Cristo resucitado ilumina a los Apóstoles para que su
anuncio pueda ser entendido y se transmita íntegro a todas las
generaciones; para que el hombre oyendo crea, creyendo espere, y
esperando ame (cf. S. Agustín, De catechizandis rudibus, 4,8). Al
predicar a Jesucristo resucitado, la Iglesia desea anunciar a
todos los hombres un camino de esperanza y acompañarles al
encuentro con Cristo.
Celebrando
esta Eucaristía, invoco sobre todos vosotros el gran don de la
fidelidad a vuestros compromisos cristianos. Que os lo conceda
Dios Padre por la intercesión de la Santísima Virgen - venerada
en España con tantas advocaciones - y de los nuevos Santos.
REGINA
COELI
Al
concluir esta celebración, en la que he canonizado a cinco nuevos
Santos, quiero dar gracias a Dios que me ha permitido realizar el
quinto viaje apostólico a vuestra Nación, tierra de fieles hijos
de la Iglesia que ha dado tantos santos y misioneros. Mi primera
visita tuvo como lema "Testigo de la esperanza";
y esta vez ha tenido "Seréis
mis testigos". Recordad siempre que el distintivo
de los cristianos es dar testimonio audaz y valiente de
Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación.
Deseo
reiterar mi agradecimiento a Sus Majestades los Reyes de España y
a la Familia Real aquí presente. Mi reconocimiento al Gobierno y
Autoridades de la Nación por la ayuda ofrecida. Manifiesto mi
particular gratitud al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid y a
todos los demás Obispos de España, por su invitación y acogida,
así como a todos los que han prestado un generoso servicio antes
y durante mi viaje.
Saludo,
además, con gran afecto a los numerosos sacerdotes, religiosos y
religiosas, a tantos jóvenes, familias, hombres y mujeres de
buena voluntad. Me llevo el recuerdo de vuestros rostros
esperanzados, que he encontrado estos días, y comprometidos con
Jesucristo y su Evangelio. Sois depositarios de una rica herencia
espiritual que debe ser capaz de dinamizar vuestra vitalidad
cristiana, unida al gran amor a la Iglesia y al Sucesor de Pedro.
Con
mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón. El recuerdo
de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en
fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no
defrauda. Y con gran afecto os digo, como en la primera vez, ¡Hasta siempre España! ¡Hasta siempre, tierra de María!
Gracias
por vuestra presencia aquí hoy, viniendo desde todos los puntos
de la geografía española. Aunque os haya costado sacrificio, ha
valido la pena. La plaza de Colón se ha convertido hoy en un gran
templo para acoger esta magna celebración, donde hemos rezado con
devoción y se ha cantado con entusiasmo. Nos encontramos en el
corazón de Madrid, cerca de grandes museos, bibliotecas y otros
centros de cultura fundada en la fe cristiana, que España, parte
de Europa, ha sabido luego ofrecer a la América con su
evangelización y después a otras partes del mundo. El lugar
evoca, pues, la vocación de los católicos españoles a ser
constructores de Europa y solidarios con el resto del mundo. España
evangelizada, España evangelizadora, ese es el camino.
España
evangelizada y evangelizadora, ese es el camino. No descuidéis
nunca esa misión que hizo noble a vuestro País en el pasado y es
el reto intrépido para el futuro. Gracias a la juventud española,
que ayer vino tan numerosa para demostrar a la moderna sociedad
que se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo. Ellos
son la gran esperanza del futuro de España y de la Europa
cristiana. El futuro les pertenece... Adiós España!
(
De las páginas de la Oficina de Información de la Conferencia
Episcopal Española) |