De: Tu nieto
Enviado el: 23 de noviembre
Número: 82
Para: Mi abuelo
Asunto: El destino
Sigo agobiado con los estudios y estoy algo
cansado, pero no hay más remedio que seguir luchando.
Agradezco lo que me escribiste obre la
Inquisición. Ahora comprendo las razones de su existencia.
Los compañeros estuvimos hablando sobre el
futuro de nuestras vidas. No sabemos lo que va a suceder dada la
situación actual. Es una cuestión que nos planteamos frecuentemente.
Alguno dijo que todo estaba previsto, que el destino regía todo. Yo
no opiné así, creo que somos libres para actuar, que somos dueños de
nuestros actos. Se habló de filosofía y de religión, de las
consultas a adivinos, de la quiromancia, etc. No llegamos a un
acuerdo. Me gustaría tener buenos argumentos para apoyar mi opinión.
¿Podrías ayudarme?
Es frecuente que discutamos sobre diversos
temas, lo considero importante para llegar a un mayor conocimiento
de todo lo que nos afecta. Es una lástima que se hayan dejado a un
lado asignaturas como la filosofía y la religión (el estudio de
todas las religiones). Deberíamos aprender a pensar desde una buena
base. Leí, en L´essence du Christianisme, de Harnack, lo
siguiente: “La ciencia pura es cosa maravillosa; pero a las
preguntas ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, ¿por qué estás en el
mundo?, la ciencia de hoy no responde mejor que la de mil o dos mil
años atrás”.
En casa hay un gran disgusto, han detenido a
Ernesto, creo que es por blanqueo de capitales o evasión, no lo he
entendido muy bien. Supongo que estará relacionado con los
encuentros en le museo de los que te hablé. Hace tiempo que no me
ocupo de él.
Confío en que estés bien. Espero que lleguen
las vacaciones navideñas para que estemos juntos, ya que, por ahora,
no puedo ir a verte.
Besos, tu nieto

De: Tu abuelo
Enviado el: 24 de noviembre
Número: 83
Para: Mi nieto
Asunto: Re: El destino
Me llamó tu tía por teléfono, creo que no es
asunto grave. El abogado dice que le pondrán en libertad
rápidamente. Ya veremos en qué queda todo esto.
Respecto al destino, desde la antigüedad el
hombre ha creído en el destino, en que todo está previamente
establecido.
Los griegos se figuraban que podían saber su
destino por medio del Oráculo de Delfos, cuyo dios era Apolo, que se
comunicaba por medio de la sacerdotisa Pitia, y cuya respuesta a la
pregunta formulada era interpretada por los sacerdotes. Creían que
Apolo conocía el pasado y el futuro. Antes de iniciar una guerra o
tomar decisiones importantes, los jefes de Estado consultaban el
Oráculo de Delfos.
En muchos pueblos se hacían sacrificios a los
dioses pidiendo su intervención para cambiar el destino, como por
ejemplo para curar enfermedades, evitar la muerte o la guerra,
obtener buenas cosechas, etc.
En las sagas irlandesas se habla del destino y
en otros muchos escritos de historiadores y autores de teatro
antiguos.
El arte adivinatorio utiliza respuestas
confusas, oscuras, difíciles de interpretar, así el resultado puede
ser descifrado en consonancia con la pregunta formulada por lo que
suponen que el adivino ha acertado.
En los tiempos actuales también se cree en la
influencia del destino, por ello ciertas enfermedades se consideran
producto de la intervención divina, tal fue el caso de la enfermedad
llamada “influenza”, nombre que se le dio por considerarla resultado
de la influencia de las estrellas, y “el SIDA”, que imaginan es un
castigo de Dios. Hay personas que acuden a quirománticos, echadores
de cartas, adivinos, médiums, astrólogos, etc. Algunas se figuran
que se pueden curar de las enfermedades con ritos e invocaciones a
diversos dioses o a la naturaleza.
En el año 460 antes de Cristo, Hipócrates, en
Grecia, fundó la ciencia de la medicina y atribuyó la enfermedad a
una vida desordenada y a una alimentación inadecuada. Separó la
medicina de prácticas supersticiosas, leyendas y creencias populares
que consideraban la enfermedad un resultado de la voluntad divina o
de otras fuerzas, y creó una ciencia, por eso se le considera
“padre de la medicina”. Hipócrates confeccionó un código
deontológico para sus discípulos, la ética médica. Los discípulos
hacían el “juramento hipocrático”: “Juro por Apolo el Médico y
Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas,
poniéndolos de jueces, que este mi juramento será cumplido hasta
donde tenga poder y discernimiento”. Es curioso que ya, en aquellos
tiempos, las reglas fueran no quitar la vida a una persona, no dar
veneno aunque se lo pidan o se lo sugieran, es decir, no practicar
la eutanasia, y respetar la vida, no realizar abortos. También trató
en su Corpus Hippocraticum de lo que llamó la
“enfermedad de los escitas”, trastorno sexual perteneciente a
las Parafilias, fetichismo transvestista, por el que la persona se
viste con ropa del sexo opuesto, que no tiene relación con el
trastorno de la identidad sexual.
La medicina ha avanzado mucho desde
Hipócrates, pero, por desgracia, aún hay personas que ponen su vida
en manos de curanderos, adivinos u otra mancia.
M. Lawson,
catedrático de biología, en su novela A orillas del lago,
editada por Ediciones Salamandra, Barcelona 2002, la autora está de
acuerdo contigo sobre que somos libres de elegir, dice a propósito
de su novio: “En ocasiones, justifica a los demás casi hasta el
punto de negar que son responsables de sus actos. Yo creo en el
libre albedrío y no niego la influencia de la genética y del entorno
¿cómo podría un biólogo negar eso?, y estoy segura de que estamos
programados biológicamente para hacer muchas de las cosas que
hacemos. Sin embargo, aun dentro de esos límites, creo que podemos
elegir. La idea de que el destino nos dirige, y de que somos
incapaces de oponer resistencia o alterar nuestro rumbo, me suena a
excusa”
No existe el destino (fátum, hado o sino) en
el sentido de que todos estamos sometidos a hacer lo que está
predeterminado y que no tenemos la capacidad de cambiarlo. Los seres
humanos poseemos el libre albedrío, libertad o libre elección, por
lo que podemos tomar las decisiones que deseemos para nuestra vida.
El determinismo y el incompatibilismo rechazan la idea de libre
albedrío, no así el liberalismo y otras doctrinas. En sentido
filosófico, el determinismo afirma que los pensamientos y acciones
humanas están causalmente determinados. Para el determinismo fuerte
nada se produce por azar, para el débil existe una correlación entre
el hoy y el mañana sometido a sucesos aleatorios. En sentido
religioso, el destino es un plan creado por Dios. El cristianismo
admite la existencia de una predestinación, pero que Dios dio al
hombre el libre albedrío para tomar sus propias decisiones.
La Divina Providencia, según el DRAE, del que
tomo dos acepciones, es: “Disposición
anticipada o prevención que mira o conduce al logro de un fin” y
“disposición que se toma en un lance sucedido, para componerlo o
remediar el daño que pueda resultar”. La providencia divina es
la supervisión, la intervención o el conjunto de acciones
activas de Dios en el socorro de los hombres para remediar el daño
grave que de alguna acción humana pudiere resultar. Esta actuación
de Dios tiene como fin la salvación del alma. Para mí, un ejemplo
claro de la intervención divina es el sacrificio de Cristo en la
cruz para subsanar los daños de la falta cometida por el hombre.
Platón, en el libro de las leyes, reconoce la
existencia de la divina providencia y así lo hacen otros muchos
importantes pensadores, como San Agustín, Santo Tomás, etc.
Por esta razón, querido nieto, rezamos en el
Padre Nuestro lo siguiente: “hágase tu voluntad”. Sabemos que la
voluntad de Dios es nuestro bien y nuestra salvación eterna.
Confío en que, en líneas generales, te ayude
esta pequeña información.
Estoy preparando todo para poder ir en Navidad
y quedarme ahí hasta el final.
Te quiere, tu abuelo |