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Manual oficial de la
Legión de María
Continuación
- 18 - ORDEN DE LA JUNTA DEL PRAESIDIUM
1. La disposición de la junta ha de ser siempre uniforme. Los socios
estarán sentados alrededor de una mesa, en un extremo de la cual se
habrá colocado sobre un paño blanco, lo suficientemente grande, un
pequeño altar. El altar consistirá en una imagen de la Inmaculada de la
Medalla Milagrosa- en la actitud de Dispensadora de las Gracias- de unos
60 centímetros de altura, colocada entre dos floreros y dos candeleros
con velas encendidas. Delante de la imagen, y un poco a la derecha, se
pondrá el vexillum, descrito en el capítulo 27.
En este manual se hallarán láminas con la disposición del altar y del
vexillum. (véase pag. 91?)
Puesto que se trata de representar a la Reina en medio de sus soldados,
el altar no debe estar separado de la mesa de la junta, ni fuera del
círculo que forman los socios reunidos.
El amor de hijos para con nuestra Madre celestial requiere que todo el
altar y las flores sean de la mejor calidad. Los candeleros y floreros
serán, a ser posible, de plata: no es un gasto que haya de repetirse, y
quizá pueda obtenerse gracias a algún bienhechor. Uno de los legionarios
tomará como un honor el guardar, tanto el vexillum como los floreros y
los candeleros, limpios, resplandecientes y provistos de flores y velas
costeadas por el praesidium. Si resulta del todo imposible obtener
flores naturales, se permite utilizar flores artificiales, pero con
hojas de alguna planta para que esté presente la naturaleza viva.
En aquellos climas donde sea preciso proteger del viento la llama, se
podría poner alrededor de la parte superior de las velas una especie de
lamparilla o un pequeño globo de cristal transparente.
En el paño se podrán bordar las palabras "Legio Mariae", pero no el
nombre del praesidium: importa hacer destacar los puntos de unidad, no
los de distinción.
"Efectivamente, la mediación de María está íntimamente unida a su
maternidad y posee un carácter específicamente materno, que la distingue
del de las demás criaturas que de un modo diverso y siempre subordinado,
participan de la única mediación de Cristo, siendo también la suya una
mediación compartida. En efecto, "jamás podrá compararse criatura alguna
con el Verbo encarnado y Redentor", al mismo tiempo "la única mediación
del redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas
clases de
ooperación, compartida de la única fuente"; y así "la bondad de Dios se
difunde distintas maneras sobre las criaturas" (RMat, 38).
2. Puntualmente, a la hora señalada, estarán los socios en sus puestos y
se dará comienzo a la junta. Empezar a la hora en punto es cosa muy
necesaria para el buen funcionamiento del praesidium. Para ello, los
oficiales tienen el deber de llegar un poco antes: lo suficiente para
tener listo el altar y el local de la junta.
Ninguna junta de praesidium comenzará jamás sin tener previamente un
programa escrito de los asuntos que se van a tratar; este programa se
llamará "cartilla de trabajo". estará preparada la cartilla antes de
cada junta, y de ella se servirá el presidente para dirigir
ordenadamente la junta. En la cartilla quedarán consignadas, con todo
detalle, las diversas obras que el praesidium esté efectuando, y frente
a cada trabajo pondrá los nombres de los socios encargados del mismo. No
es necesario que se siga siempre, en todas las juntas, el mismo orden de
materias; pero si hay que citar a todos los socios que aparezcan en la
lista, pidiendo a cada uno un informe, aunque estén trabajando en grupos
de dos o más.
Antes de la conclusión de la junta hay que asegurarse de que a cada
socio se le asigne algún trabajo para la semana entrante.
El presidente debe tener un libro encuadernado donde preparará la
cartilla de cada semana.
“El idealismo, por fervoroso y absorbente que sea, nunca ha de legitimar
un sentimentalismo vago y poco práctico. Como hemos indicado ya el genio
de San Ignacio se basaba en saber explotar con diligencia y método las
energías espirituales. El vapor es inútil, y hasta molesto, mientras no
tengamos un émbolo y un pistón con que emplearlo. ¡cuánto desperdicio de
fervor espiritual, sin el examen particular y sin encauzarlo a
aplicaciones prácticas! Unos cuantos litros de gasolina mal aprovechado
son capaces de hacer estallar un auto; bien aprovechada esa misma
gasolina hará subir el auto hasta la cima de un monte" (Mons.Alfredo
O´Rahilly, Vida del Padre Guillermo Doyle).
3. Se inicia la junta rezando la invocación y la oración al Espíritu
Santo, fuente de esa Gracia, de esa Vida, de ese Amor, del que nos
gozamos en considerar a María como el acueducto.
"Desde que concibió en su seno al Hijo de Dios, María estuvo dotada -por
decirlo así- de cierta autoridad y jurisdicción sobre todo proceder
temporal del Espíritu Santo, de tal suerte que no hay gracia alguna
recibida de Dios por la criatura, que no sea por mediación de Ella...
Todos los dones y las virtudes y las gracias de este Espíritu las
administra Ella a quien quiere, cuando quiere, y en la medida y forma
que Ella quiere" (San Bernardino, Sermón sobre la Natividad).
{Nota: la parte final de la cita precedente se encuentra también casi
con idénticas palabras, en los escritos de San Alberto Magno (Biblia
Mariana, Liber Esther, 1), que vivió 200 años antes de San Bernardin}..
4. A continuación se rezan cinco misterios del rosario, iniciando el
director espiritual el primero, tercero y quinto, y los demás socios el
segundo y cuarto. Todos rezarán en voz alta, pues es una oración
pública, y lo harán con la misma gravedad y respeto que si, en lugar de
su efigie, estuviera la Reina allí mismo en persona.
Puesto que el rosario desempeña -como norma y como recomendación- un
papel tan importante en la vida de los legionarios, exhortamos a todos
encarecidamente a que se inscriban en la cofradía del santísimo rosario
(véase apéndice 7).
El Papa Pablo VI insiste en que se conserve el rosario. Es pura oración.
Su contenido es bíblico. Es un resumen de la historia de la salvación, y
muestra a María en las principales etapas de esa historia.
“Entre las diversas maneras de rezar no hay otra más excelente que el
rosario. Concentra en si todo el culto que se debe a María. Es el
remedio para todos nuestros males, la raíz de todas nuestras
bendiciones” (León XIII)
“De todas las oraciones el rosario es la más bella y la más rica en
gracias; es, entre todas ellas, la más grata a María, la Virgen
Santísima. Por consiguiente, amad el rosario y rezadlo cada día con
devoción. Este es el testamento que os dejo para que, por él, os
acordéis de mi” (San Pío X).
“Para los cristianos, el primero de los libros es el evangelio, y el
rosario es un compendio del evangelio” (Lacordaire).
“Es imposible que no se oigan las oraciones del muchos, si esas
numerosas oraciones no forman más que una sola oración” (Santo Tomás de
Aquino, In Mat., XVIII).
5.Después del rosario sigue inmediatamente la lectura espiritual. La
hará el director espiritual, o, en su ausencia, el presidente. La
duración de la lectura no pasará de unos cinco minutos. La selección de
la lectura es libre, pero se recomienda encarecidamente que se lea el
Manual, por lo menos durante los primeros años de existencia del
praesidium, a fin de que los socios se familiaricen con el contenido de
este Manual, y para estimularlos a hacer de él un estudio serio.
Es costumbre que, al concluir la lectura, los socios hagan todos juntos
la señal de la Cruz.
"María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús madre
según la carne ("¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te
criaron!"), pero también y sobre todo porque ya en el instante de la
anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue
obediente a Dios, porque "guardaba" la palabra y "la conservaba
cuidadosamente en su corazón" (cf.Lc1, 38.45; 2,19.51) y la cumplía
totalmente en su vida. Podemos afirmar, por lo tanto, que el elogio
pronunciado por Jesús no se contrapone, a pesar de las apariencias, al
formulado por la mujer desconocida, sino que viene a coincidir con ella
en la persona de esta madre- virgen, que se ha llamado solamente
"esclava del Señor" (Lc. 1,38)”
6. Se lee el acta de la junta anterior, y si la aprueban los presentes,
la firma el presidente. El acta tendrá una extensión media, es decir, no
ha de ser demasiado extensa ni demasiado breve. Las actas irán
debidamente numeradas.
La importancia del acta aparece subrayada al tratar de los deberes del
secretario. Aquí conviene advertir que, por ser el acta el primer asunto
de que se trata en la junta ordinaria, ocupa -digámoslo así- una
posición estratégica, pues tanto el contenido de la misma como el modo
de leerla ejercen sobre todas las cuestiones posteriores una influencia
decisiva, que puede ser saludable o funesta.
Las actas bien hechas tienen la fuerza del buen ejemplo, y las actas mal
hechas la del mal ejemplo. Y aunque estén bien redactadas, si no se leen
como es debido, podemos calificarlas de mal hechas. También aquí el
ejemplo influye hasta tal punto en la atención y en el modo de informar
de los socios que, muchas veces, de la calidad de las actas dependerá el
éxito feliz o el fracaso de la junta, la cual, a su vez, marcará la
pauta al trabajo exterior.
El secretario tendrá todo esto muy presente durante la labor callada de
redacción de las actas, y el praesidium, mirando por su propio bien, las
escuchará con atención para darles o no el visto bueno.
"Sería ciertamente gran vergüenza si en este punto se cumpliesen las
palabras de Cristo: los que pertenecen a este mundo son más sagaces que
los que pertenecen a la luz "( Lc 16,8). Fijémonos, ¡con qué diligencia
miran por sus intereses, cuántas veces sacan el balance de sus cuentas,
qué precisión ponen en escribirlas, cómo lamentan sus pérdidas y se las
componen para resarcirse de ellas!" (Papa San Pío X)
7. Las ordenanzas fijas. Las damos a continuación, y deben figurar en la
cartilla de trabajo- o en otra parte, pero siempre de modo que no se
pasen por alto, llegado el momento de leerlas -, para que, en la primera
junta de cada mes, las lea en voz alta el presidente, inmediatamente
después de firmar el acta:
Ordenanzas fijas:
"El deber legionario exige de cada socio:
1. La asistencia puntual y regular a la junta semanal del praesidium
donde se presentará en voz clara un informe suficiente sobre el trabajo
realizados;
2. El rezo diario de la catena;
3. La ejecución de un trabajo legionario activo y sólido, hecho con
espíritu de fe y en unión con María, en forma tal que, en las personas
por quienes trabaja y en sus propios compañeros, María vea y sirva de
nuevo a la Persona de nuestro Señor;
4. Absoluto respeto por el carácter confidencial de muchos asuntos
tratados en la junta o conocidos en el ejercicio del trabajo
legionario”.
“Por mediación mía, María desea amar a Jesús en los corazones de todos
aquellos que logre yo encender en amor con mis trabajos apostólicos y
con mi oración perseverante. Si me identifico enteramente con Él, Ella
me inundará de sus gracias y de su amor tan copiosamente, que vendré a
ser como un caudaloso río desbordándose para inundar a otras almas.
Mediante mi proceder, María podrá amar a Jesús y llenarle de gozo,
sirviéndose, no solo de este corazón mío, sino también de todos los
corazones que están unidos con él." (De Jaegher, La virtud de la
confianza).
Esta cita no forma parte de las ordenanzas.
8. Estado de cuentas del tesorero. El tesorero presentará el estado de
cuentas de la semana transcurrida, dando a conocer los ingresos y gastos
del praesidium, y el saldo total.
"A veces se pierden las almas por falta de dinero, es decir, por falta
de participación mas completa en el apostolado" (Mellet, Cssp.).
9. Informes de los socios. Mientras estén entregando sus informes, los
miembros permanecerán sentados; los darán de viva voz, pero podrán
servirse de apuntes.
El praesidium no considerará la no ejecución del deber legionario como
un asunto sin trascendencia. Si los socios no han podido realmente
llevar a cabo la labor señalada, deben, si es posible, dar alguna
explicación. Si no se explica la causa, el no informar crea la impresión
de que ha habido abandono, y se convierte en mal ejemplo para los demás
socios.
Por otra parte, si los legionarios trabajan con seriedad, pocas veces
surgirá la necesidad de excusarse; y felizmente, porque, en un ambiente
de excusas, todo celo y toda disciplina languidecen y perecen.
El informe no ha de dirigirse sólo al presidente. Debe tenerse en cuenta
este proceso mental: cuando una persona se dirige a otra
individualmente, automáticamente adapta la voz a la distancia precisa,
nada más. Esto significaría que las palabras dirigidas al presidente
serían oídas con dificultad por las personas más alejadas.
El informe -y todo comentario sobre el mismo- debe hacerse en un tono de
voz que llegue a toda la sala. Un informe, aunque sea fiel y completo,
que no pueda ser oído por muchos de los presentes, es peor que si no se
diera, por el efecto deprimente que causa en la junta. Hablar en voz
baja no es -como algunos imaginan- señal de modestia, ni de modales
finos. ¿quién más humilde y dulce que María? Y, sin embargo, nadie se la
puede figurar hablando entre dientes o de modo que no pudiese ser oída,
ni siquiera por los que estuvieran cerca de Ella. ¡legionarios, imitad a
vuestra Reina en esto como en todo lo demás!
Los presidentes no permitirán que los informes se den en voz tan baja
que no puedan oírse sin esfuerzo. Y ellos mismos serán los primeros en
evitar esa falta: puede decirse que el presidente da el tono a los demás
miembros de la junta; estos hablarán por lo común más bajo que él. De
manera que, si el habla solo en tono de conversación o a media voz, los
demás contestarán con un murmullo, creyendo que si se elevan la voz más
que el presidente, estarán gritando; y, por consiguiente, van a dar al
extremo opuesto. Insistan los socios en que les hable el presidente en
voz sonora y vibrante; y el director espiritual anime a todos a hacer lo
mismo.
El informe es, a su manera, de tanta importancia para la junta como las
oraciones. Se completan mutuamente. Ambos elementos son necesarios a la
junta del praesidium.
El informe acopla el trabajo al praesidium. Y por eso tiene que retratar
claramente las actividades del socio -en cierto sentido, tan claramente
como las escenas en una película de cine-, de tal forma que los demás
socios puedan participar mentalmente en dicho trabajo, juzgarlo,
comentarlo y aprender de él. Mas, para conseguir esto, el informe tiene
que presentar lo que se ha acometido y llevarlo a feliz término, y con
qué espíritu; el tiempo empleado; los métodos usados; lo que no ha
logrado, y las personas que no han correspondido.
La junta debe ser alegre y animada. Esto requiere que los informes sean,
además de instructivos, interesantes. Imposible creer que el praesidium
goce de buena salud si la junta resulta aburrida y lánguida; si esto
sucede, ahuyentará a los miembros jóvenes.
Hay ciertos géneros de trabajo tan llenos de variedad que es fácil hacer
sobre ellos un informe bueno; pero hay otros que no ofrecen las mismas
posibilidades: en estos, conviene recordar cualquier detalle que se
destaque por lo extraordinario, a fin de mencionarlo en el informe.
El informe no ha de ser demasiado extenso ni demasiado breve; sobre
todo, no ha de reducirse a frases hechas. Cualquiera de estos defectos
demuestra que el miembro no cumple con su deber, y prueba también que
los demás socios están cooperando a su negligencia. Esto contradice al
concepto que tiene la Legión de la supervisión del trabajo. El
praesidium no puede supervisar una obra si no se informa de ella
plenamente.
Generalmente es tan dificultoso el trabajo de la Legión, que los socios,
si no se ven estimulados en la junta por un examen detallado de sus
esfuerzos, fácilmente se echarán atrás. Y eso no puede ser. Están en la
Legión par hacer todo el bien posible; y si no sería extraño que, donde
la naturaleza levanta más el grito, allí precisamente hubiera más
necesidad de su actuación. Para vencer esa debilidades existe la
disciplina de la Legión, y para impulsar al socio a que termine lo
comenzado; y la disciplina se ejerce principalmente por medio de la
junta. Pero, si los informes no dan más que vagas indicaciones de lo que
el legionario está haciendo, igualmente vago será el dominio ejercido
por el praesidium sobre las actividades del socio. No le estimulará. No
le resguardará. Se verá desprovisto del interés y la orientación del
praesidium, y el socio no puede prescindir de cosas de tan vital
importancia. La disciplina legionaria pierde influencia sobre el, con
funestos resultados para todos.
No se olvide que el socio que no cumple bien con este deber de los
informes puede arrastrar a otros con la fuerza de su mal ejemplo. Y el
que deseaba con ansias servir a la Legión, ahora le está haciendo un
daño muy grande.
Ningún legionario debería contentarse con dar un buen informe. Debería
apuntar más alto, y tratar con toda seriedad de añadir al perfecto
cumplimiento de su trabajo un informe modelo, que presentará al
praesidium para ejemplo y muestra de cómo se trabaja y como se informa
legionariamente. Según Edmundo Burke, "el ejemplo es la escuela de
humanidad, y los hombres no aprenderán en ninguna otra". Si esto es
verdad, un solo miembro es capaz de elevar un praesidium entero hasta la
cima de su eficacia; porque el informe, aunque no sea toda la junta, es
como un centro nervioso, y puede hacer vibrar por simpatía a todos los
demás elementos del praesidium, para beneficio o daño del mismo.
Más arriba hemos recordado a nuestra Señora como una inspiración del
informe en uno de sus aspectos; pero nuestras reflexiones sobre Ella nos
pueden ayudar en todos los demás detalles del informe. Esto es cierto:
nadie que se esfuerce por hacer el informe como se imagina que lo haría
Ella presentará un informe que adolezca de cualquier defecto.
“Ciertos cristianos apenas ven en María más que una criatura de
incomparable pureza y gracia, la mujer más tierna y amable que jamás
existió. Estas personas corren el riesgo de no tener para con Ella sino
una devoción sentimental, o -si son de carácter enérgico- de sentirse
poco atraídos hacia Ella. Nunca han reparado en que esta Virgen, con ser
tan tierna y Madre tan cariñosa es igualmente la Mujer Fuerte, la más
intrépida de todas: ningún varón la igualó jamás en fortaleza de
carácter" (Neubert, María en el dogma).
10. Se recita la Catena Legionis. La rezarán todos los socios de pié, a
una hora determinada. La experiencia aconseja como la más adecuada a
mitad entre la firma del acta y el cierre de la sesión; es decir,
aproximadamente una hora después de empezar la junta, que de ordinario
dura hora y media. Véase capitulo 22 oraciones de la Legión.
Todos a coro recitan la antífona; en el Magnificat el director
espiritual- o, en su ausencia, el presidente- alterna con los demás
socios; y, por último, dicho director espiritual- o el presidente-
recita la oración, el solo.
La señal de la cruz no se hace antes de la catena, sino con el primer
verso del Magnificat. Tampoco se hace después de la oración final de la
catena, por dar paso inmediatamente a la allocutio.
Nada hay tan hermoso en la Legión como este rezo en común de la catena.
Tanto si el praesidium se ve inundado de gozo o sumido en la tristeza, o
si va penosamente por caminos duros o monótonos, la catena viene como un
aura celeste, cargada de las fragancias de Aquella que es la Azucena y
la Rosa, refrescando y regocijando de manera maravillosa; y no son
solamente unas bellas palabras. ¡bien lo sabe todo legionario!
"Si pongo particular énfasis en el Magnificat, es porque veo en el lo
que tal vez no suele ver: un documento de excepcional importancia con
relación a la maternidad espiritual de María. La Virgen santísima,
identificada - como sabemos- con Cristo desde el instante de la
Encarnación, se declara la representante de todo el género humano,
íntimamente asociada con todas las generaciones, y con el destino de
todos aquellos que son verdaderamente hijos suyos. Este cántico, salido
de sus propios labios, es el canto de su maternidad espiritual: (Bernard,
O P., El misterio de María)
"El Magnificat es la oración por excelencia de María, el cántico de los
tiempos mesiánicos, en el que se junta la voz del antiguo y del nuevo
Israel. Como parece sugerir San Ireneo, es en el cántico de María en el
que se oyó una vez más el regocijo de Abrahán (cf.Jn.8, 56), quién
predijo al Mesías, y allí sonó en anticipación mesiánica la fe de la
Iglesia... y de hecho el himno de María se ha extendido a lo largo y a
lo ancho, y ha llegado a ser oración de toda la Iglesia, en todas las
edades" (MC, 18).
11. La allocutio* (la allocutio era el discurso del general romano a sus
legionarios en forma de arenga):
Los socios vuelven a sentarse, y el director espiritual les dirige una
breve plática, a modo de comentario. A no ser que las circunstancias
sean extraordinarias y requieran otra cosa, esa breve plática versará
sobre el Manual como glosa del mismo, a fin de que, poco a poco, los
legionarios lo vayan asimilando en todos sus detalles. La allocutio se
tendrá en gran aprecio, porque es un factor decisivo en la formación de
los socios. Los responsables de dicha formación cometen contra la Legión
y contra sus miembros una injusticia, si no procuran un rendimiento
máximo.
Ahora bien: si los socios han de desplegar todas sus energías hasta su
máxima capacidad, ante todo deben conocer a fondo la organización
destinada a emplear esas energías; y esto no se logrará solo por medio
del estudio del Manual: se necesita, además, el comentario que
proporciona la allocutio. No puede el uno sustituir al otro: ambos son
complementarios. Algunos legionarios creerán haber estudiado a
conciencia el Manual con haberlo leído atentamente solo dos o tres
veces. Ni diez ni veinte repasos darán a conocer la Legión cual es en
sí, y tal como ella misma quiere ser conocida. No se conseguirá más que
a fuerza de explicaciones y comentarios verbales, semana tras semana,
año tras año, hasta familiarizarse con todas las ideas contenidas en el
Manual.
En ausencia del director espiritual, dicho comentario estará a cargo del
presidente o de otro miembro designado por éste. Pero repitámoslo con
insistencia: la sola lectura del Manual o de otro documento no puede
hacer las veces de allocutio.
La allocutio no debe pasar de unos cinco o seis minutos.
Entre un praesidium, donde el allocutio, se hace con esmero, y otro
donde se hace de cualquier manera, habrá la misma diferencia que entre
un ejército bien formado y otro falto de toda formación seria.
“Hace ya mucho tiempo que tengo el presentimiento de que, como el mundo
se va empeorando por momentos, y Dios- por decirlo así- no sigue ya
Dueño de los corazones de los hombres, está Él buscando con ahínco y con
grandes ansias que los pocos que aun se mantienen fieles hagan algo de
valor en su servicio. Tal vez, nuestro Señor no podrá juntar en torno de
su estandarte un ejército numeroso, pero quiere que, al menos, cada uno
de los pocos sea un héroe, entregado a Él en cuerpo y alma. Si nosotros
pudiéramos incorporarnos a ese círculo mágico de almas generosas, yo
creo que no se nos escatimaría ninguna gracia para llevar adelante la
obra más querida del Divino Corazón: nuestra santificación personal" (Mons.Alfredo
O¨Rahilly, Vida del padre Guillermo Doyle).
12. Terminada la allocutio, hacen todos la señal de la cruz, y después
continúan los informes y demás asuntos de la junta.
“Es un hecho histórico que el lenguaje de nuestra Señora era el lenguaje
de una mujer extraordinariamente refinada. Su inclinación natural la
habría hecho fácilmente poetiza. Cada vez que hablaba salían las
palabras con un ritmo verdaderamente poético. Su fraseología era el
lenguaje pintoresco de un artista en palabras" (Lord, Nuestra Señora en
el mundo moderno)
13. La colecta secreta. Después de la allocutio, se pasará
inmediatamente la bolsa para la colecta secreta, contribuyendo cada cual
según su posibilidad. El fin de esta colecta es sufragar los diversos
gastos del praesidium y mandar el superávit a la curia y consejos
superiores, para sostenimiento de los mismos. Reiteramos que estos
consejos no tienen para desempeñar sus funciones administrativas otros
medios de subsistencia que los suministrados por los praesidia (véase el
capítulo 35 fondos).
La colecta no debe interrumpir las gestiones de la junta. Vaya pasando
la bolsa de uno a otro sin llamar la atención y, aunque no se deposite
nada, introduzcan todos la mano.
Para estos donativos de los socios dispóngase de una bolsa decente: un
guante o una bolsita de papel no es lo propio.
La razón por la que se hace la colecta secretamente, es que en el
praesidium no debe haber la menor distinción entre socios adinerados o
económicamente débiles. Respétese, pues, este carácter secreto de la
colecta, y no diga uno a otro con cuánto ha contribuido. Por otra parte,
todos deben darse cuenta de que no sólo el praesidium, sino la Legión
entera dependen para su funcionamiento de la contribución de cada
individuo. Por eso, no se considere este asunto como de pura fórmula. La
obligación de contribuir no se cumple dando una suma tan pequeña que
para el mismo socio no signifique casi nada. El hecho es que se le está
concediendo el privilegio de participar en la misión general de la
Legión. Sobre esta base es donde tiene que actuar la conciencia de la
responsabilidad y la generosidad.
Lo único secreto en esta colecta es la contribución individual. La suma
total puede ser anunciada al praesidium; y, por supuesto, debe ser
anotada debidamente en las cuentas, para dar después razón de ella.
“Cuando Jesús elogia la limosna de la viuda que da no de su abundancia,
sino de su indigencia (Lc 21, 3-4), sospechamos que está pensando en
María, su Madre" (Orsini, Historia de la Santísima Virgen).
14. Conclusión de la junta. Tramitados todos los asuntos- incluso el
asignar trabajo a cada socio y la inscripción de los nombres en el
registro de asistencia -, termina la junta con las oraciones finales de
la Legión y la bendición del sacerdote.
La junta no debe durar más de una hora y media a partir de la hora
señalada par su comienzo.
Yo os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra
para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está
en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 19-20).
-19 - LA JUNTA Y EL SOCIO
1. Respeto a la junta. En el orden natural la transmisión depende del
acoplamiento de diversas fuerzas. Igual sucede en la Legión: en un solo
punto donde faltare la conexión, la corriente de vida quedará cortada.
Un socio podrá asistir a las juntas y no recibir participación alguna -o
muy poca- de aquel entusiasmo, generosidad y arranque que constituyen
-como ya hemos visto- la vida legionaria. ¿Cómo puede ser esto? Es que
entre la junta y el miembro tiene que haber unión. No se trata de
asistir pasivamente a las juntas: es necesario que haya un elemento que
haga de la asistencia un verdadero enlace entre la junta y el socio; y
este elemento es el respeto. Todo, en la Legión, depende de este respeto
del socio a la junta; y este respeto se manifiesta por medio de la
obediencia, la lealtad y la estima.
2.El praesidium ha de ser merecedor de este respeto. Una corporación que
en sus ideales no se eleva más allá del término medio de sus miembros,
carece de la primera cualidad esencial para hacer de guía, y no se hará
respetar por largo tiempo.
3. El praesidium debe respetar el reglamento. La vida legionaria se
transmite al legionario en la medida en que éste respeta al praesidium,
y esa vida consiste esencialmente en un generoso esfuerzo por hacer las
cosas con la mayor perfección posible; por eso, el praesidium debe
esforzarse en merecer el respeto de sus socios, para poder ejercer sobre
ellos la debida influencia. El praesidium que trate de exigir a sus
miembros un respeto que él mismo no tiene con el reglamento que le
gobierna, edifica sobre arena. Nadie se extrañará, pues, de que
insistamos continuamente- en todo el curso de este Manual- sobre la
necesidad de adherirse rigurosamente a las prescripciones relativas al
orden de las juntas y a la manera de proceder de ellas.
4. El praesidium debe ser modelo de regularidad. La Legión pide que
cuanto se diga o se haga en sus juntas sirva de ejemplo aun al miembro
más entregado. La variedad de su vida le permite dar eficazmente ese
ejemplo. Cada uno de los legionarios tendrá a veces dificultades para
poder cumplir con sus deberes, por enfermedad, vacaciones u otras
circunstancias inevitables; no así el praesidium, porque, constando éste
de muchos- y no estarán ausentes todos a la vez- podrá elevase por
encima de las limitaciones que coartan al individuo particular.
La junta semanal jamás debe omitirse, si no es por una total
imposibilidad. Si fuera imposible celebrarla habitualmente el día
señalado, habría que fijar otro. El que muchos de los miembros estén
ausentes no es razón suficiente para no tener la junta: más vale
celebrarla con pocos que no celebrarla. Poco hará quizá semejante
reunión en cuanto a trámite de asuntos; pero el praesidium habrá
cumplido el más importante de sus deberes, y todo trámite que se lleve a
cabo en las juntas venideras saldrá ganando muchísimo, por el aumento de
respeto que instintivamente le profesarán los miembros a su praesidium,
al ver que sigue impertérrito a pesar de los que lo componen, fuerte en
medio de las flaquezas, errores y diversos quehaceres de los socios,
reflejando así -aunque muy pálidamente- la característica más
sobresaliente de la misma Iglesia.
5. Calefacción y alumbrado. La sala de las juntas debe estar bien
alumbrada, y a una temperatura agradable. Si no se pone cuidado en estas
cosas, la junta, en vez de ser- como debería- un placer, se convertirá
en penitencia, lo cual perjudicaría indudablemente el porvenir del
praesidium.
6. Asientos. Hay que proveer a los socios de sillas o, siquiera bancos.
Si se sientan de forma inadecuada -en pupitres o en otros asientos
improvisados -, se creará un ambiente de desorden, en el que no
prosperará el espíritu de la Legión, que es espíritu de orden.
7. Los praesidia deben tener sus juntas en horas adecuadas. El hecho de
que la mayoría de las personas trabajen durante el día, obliga de
ordinario a tener las juntas por la tarde, o los domingos. Pero hay
muchos que trabajan por la tarde o durante la noche, y hay que prever
para ellos la posibilidad de tener la junta en horas adecuadas.
También hay que contar con los que trabajen en turnos cuyo horario
cambia periódicamente; para ello, tal vez sea necesario que colaboren
dos praesidia que celebren sus juntas a horas muy distintas. Así los
socios podrán alternar con los dos praesidia, según las horas que tengan
libres. En este caso los dos praesidia mantendrán entre sí estrecha
comunicación, a fin de asegurar la continuidad en la asistencia a las
juntas y en los trabajos señalados.
8. Duración de la junta. La junta no durará más de hora y media, a
contar desde la hora prefijada para su comienzo. Si, a pesar de la
dirección eficiente de la junta, ven los socios que con frecuencia, al
cerrar las juntas quedan temas sin tratar o tienen que tratarse
precipitadamente es una señal de que el praesidium tiene demasiado
quehacer, y debe pensarse en su división.
9. Duración insuficiente de las juntas. No se ha prescrito ningún mínimo
para la duración de la junta; pero, si habitualmente no llegase a durar
ni una hora- contando lo que se invierte en las oraciones, la lectura
espiritual, las actas y la allocutio, que ocupan unos treinta minutos -,
es señal de que la junta se resiente de algún defecto. Este defecto
puede estar en el número de socios, en el escaso trabajo, o en la mala
calidad de los informes; y es preciso subsanarlo. En una industria se
mira como una falta de organización muy seria el no procurar que las
máquinas produzcan al máximo rendimiento, habiendo demanda en el
mercado. En la Legión no puede ser menos, pues nadie tendrá la osadía de
afirmar que no hay demanda- y muy urgente- de valores espirituales de
primera calidad.
10. Llegar tarde o salir antes. Los legionarios que lleguen después de
las oraciones preliminares, a su llegada se pondrán de rodillas y
recitarán privadamente las oraciones de la téssera que preceden al santo
rosario, y las invocaciones que le siguen. Consideren como pérdida
irreparable no rezar el rosario con el praesidium. Igualmente, aquellos
socios que se vean obligados a salir antes del final de la junta,
pedirán antes permiso al presidente; y, obtenido el permiso, se
arrodillarán para recitar la oración. Bajo tu protección nos acogemos,
etc., y las invocaciones que le siguen.
Llegar tarde o salirse temprano habitualmente, no esta permitido a
ningún socio, por ningún pretexto. Es cierto que aun así, se puede hacer
el trabajo y dar los informes según las normas; pero la indiferencia por
la omisión de las oraciones preliminares o finales indica- y
fundamentalmente- que se está forjando un espíritu ajeno, y aun hostil,
al espíritu auténtico de a Legión: el de la piedad. Un socio con tal
espíritu haría más daño que provecho.
11. El buen orden, raíz de la disciplina. Sin espíritu de disciplina, la
junta es como una cabeza inteligente sobre un cuerpo paralizado, incapaz
de dominar la indisciplina de los miembros, de estimularlos, ni de
darles la menor formación. Para desarrollar en los socios este espíritu
de disciplina, cuenta la Legión con los factores siguientes: a) la
disciplina de la junta tal como está mandada en el reglamento; b) seguir
punto por punto, en sucesión ordenada, los diversos números del programa
de la junta, c)informar diligentemente sobre los trabajos, según está
prescrito; d) un ambiente saturado de la presencia de María, como móvil
de este espíritu de orden.
Sin disciplina, se dejarán llevar los miembros por la tendencia humana
de obrar por cuenta propia- con ninguna o muy poca sujeción a la
autoridad- y de entregarse a obras dictadas por un capricho momentáneo y
de la manera que se le ocurra a cada cual. Y, ¿qué bien podrá salir de
aquí?
Por otra parte, la disciplina que se asume voluntariamente para fines
religiosos, crea una fuerza de las más poderosas del mundo; será una
disciplina capaz de hacer frente a todo, pero a condición de que se
mantenga siempre férrea, aunque sin ser pesada, y dispuesta en toda
ocasión a obedecer cordialmente la voz de la autoridad eclesiástica.
La Legión posee en este espíritu de disciplina -que la caracteriza- un
tesoro que puede compartir con los de fuera. Es un don de inestimable
valor, porque el mundo oscila inútilmente entre esos dos polos opuestos:
la tiranía y el libertinaje. Podrá suplirse la carencia de disciplina
interior mediante la imposición de una férrea disciplina externa, la
inercia de la tradición, o la fuerza; pero, donde los individuos o las
comunidades dependan únicamente de esta disciplina exterior, ésta cesará
en cuanto desaparezca el apoyo que la sustenta, en el primer momento de
crisis. También es cierto que aunque la disciplina interior sea
infinitamente más importante que cualquier sistema d disciplina externa,
no hay que suponer que esta carezca de importancia. En realidad, las dos
se necesitan mutuamente. Cuando se combinan las dos en la debida
proporción, y se añade el atractivo móvil de la religión, entonces
tenemos ese triple cordel que, según la Escritura no se rompe fácilmente
(Ecl 4,12).
12. La puntualidad es de suma importancia. Sin puntualidad no se puede
cumplir el precepto del Señor: Pon tu casa en buen orden (Is 38,1). Una
organización que habitúa a sus miembros al desorden los está viciando
desde la raíz. Por no cumplir lo que está mandado, está perdiendo el
derecho a ese respeto que constituye la base de toda buena educación y
disciplina; está haciendo caso omiso de una cosa vital, tan fácil de
mantener; comete una locura parecida a la de aquel que "por un ochavo
perdió un ducado".
A veces, con gran previsión, se coloca un reloj sobre la mesa de la
junta, pero sin que regule lo más mínimo la macha de la misma. En todo
caso marca su comienzo, medio y fin, pero no el tiempo concedido a los
informes y otros asuntos, siendo así que la puntualidad y el orden deben
aplicarse en todo momento, desde el inicio hasta el final.
Si en esto faltan los oficiales, los demás miembros deben protestar. Si
no lo hacen, todos son cómplices en el desorden
13. Modo de rezar las oraciones. Hay personas impetuosas, que no se
moderan ni siquiera cuando se trata de rezar; y, si aun los oficiales
incurren en este defecto, todo el praesidium se irá deslizando poco a
poco hasta rezar las oraciones de una manera rayana en lo irrespetuoso.
Efectivamente; si hay un defecto demasiado frecuente, es que las
oraciones se rezan con prisa, y eso parece indicar que los legionarios
ya no ponen cuidado en observar la regla que les manda rezar como si
estuviera presente entre ellos la santísima Virgen en persona, no solo
en imagen.
14. Las oraciones son parte integral de la junta. Alguna vez se ha
sugerido la conveniencia de que los miembros de la junta recen el
rosario delante del Santísimo, yendo después a la sala. Eso no puede
admitirse, por este principio general: la unidad de la junta es esencial
a todo el sistema legionario. Con esa unidad de la junta, todo queda en
ella impregnado del espíritu de piedad, tan fecundo en heroísmo y
esfuerzo; pero el desarrollo de la junta carecería de ese espíritu si se
dijeran fuera de ella la mayor parte de las oraciones prescritas.
Semejante cambio alteraría por completo el aspecto de la junta, y, en
consecuencia, el de Legión entera, cimentada como está sobre la junta.
Ya no sería la Legión de María, por grandes que fueran los méritos de la
nueva organización. Y aún estaría menos permitido omitir el rosario o
cualquier otra de las oraciones de la téssera, no importa que
circunstancias aconsejen lo contrario. El rezo del rosario es para la
junta de la Legión lo que la respiración para el organismo humano.
15. El culto y la junta. Si, por alguna razón, un praesidium ha rezado
antes de la junta las oraciones legionarias en una Iglesia o en
cualquier otro lugar, tiene el deber de repetir en la junta todas las
oraciones.
16. Oraciones especiales en la junta. A
menudo se pregunta si está permitido ofrecer las oraciones de la junta
por intenciones especiales. Dado el crecido número de peticiones, es
preciso aclarar la cuestión:
a) se trata de ofrecer por alguna intención particular las oraciones
ordinarias de la junta, es ir contra la regla que prescribe que se
ofrezcan dichas oraciones por las intenciones de la santísima Virgen,
Reina de la Legión y no por ninguna otra.
b) si es cuestión de añadir a las oraciones ordinarias otras por alguna
intención particular, decimos que las prescritas ya son bastantes, y,
por regla general, no hay que alargarlas más. Alguna que otra vez habrá
intereses de excepcional importancia para la Legión, que reclamen
súplicas extraordinarias; en este caso será lícito añadir alguna oración
breve; pero insistimos en que sea raras veces;
c) Es evidente que se podrán recomendar intenciones especiales a la
piedad particular de cada socio.
17.¿Perjudica el informe a la humildad?. Algunos socios han querido
justificar la pobreza de sus informes diciendo que temían faltar a la
humildad al hacer en ellos ostentación de sus buenas obras. Contestemos
que también existe una especie de orgullo con apariencia de humildad: lo
que los poetas han llamado "el pecado favorito del diablo". Los
legionarios deben estar muy sobre aviso, para que tales sentimientos no
vengan a abrigar, en vez de humildad, las maquinaciones de una refinada
soberbia, la cual, entre otras cosa, llevaría consigo una tendencia
disimulada de sustraer sus actividades a la estrecha vigilancia del
praesidium. ¿Cómo es posible que una humildad de buena ley les impulse a
trazar una regla de conducta que, si fuera adoptada por todos los demás,
sería la ruina del praesidium? Al contrario, la sencillez cristiana pide
que eviten toda singularidad, se sometan dócilmente a las reglas y
prácticas de su organización, y, en fin, que cada cual cumpla con sus
deberes personales; estos aunque individuales, no son parte menos
esencial de la junta. Cada informe es -como hemos dicho ya- una piedra
en el edificio de la misma.
18. La armonía, expresión de unidad. La
armonía es la exteriorización del espíritu de amor en la junta, y tiene
que ser la virtud soberana de la misma. La eficacia, tal como la
entiende la Legión, nunca excluye la idea de armonía. El bien logrado a
expensas de la armonía es una ganancia dudosa; mientras que las faltas
que van directamente contra ella han de evitarse en la Legión como la
peste. Estas faltas pueden ser: querer dominar a los demás, hallar que
decir en todo, el mal humor, el espíritu mordaz y cínico, el darse
tono... tales faltas, tan pronto como entren en la junta, pondrán en
fuga la armonía.
19. El trabajo de cada uno, una preocupación de todos. La participación
común de todos los miembros en las oraciones iniciales de la junta ha de
caracterizar a todas las gestiones siguientes. Así, pues, fuera toda
conversación o broma particular entre los socios; porque cada tema,
aunque tratado solo por uno o dos, interesa a todos los presentes, y
tanto, que puede afirmarse lo siguiente: al informar sobre las personas
o lugares visitados, todos los socios hacen a dichas personas o lugares
una visita espiritual. Aprendan los socios a mirar las cosas de esta
manera, porque de lo contrario prestarán a los informes y comentarios
del trabajo ajeno una atención meramente material; lo suyo es estar en
todo momento, no solo atentos -como a una cosa que cautiva por lo bien
que se narra- sino en contacto espiritual íntimo con las personas y
cosas narradas, como si les afectara personalmente.
20. El secreto es de suma importancia. Las ordenanzas fijas, que suenan
todos los meses en los oídos de los miembros, deberían convencerlos de
la suma trascendencia de guardar fielmente el secreto legionario, dado
el carácter del apostolado de la Legión.
La falta de valor se considera en un soldado una vergüenza, pero la
traición es infinitamente peor. En la Legión sería traición repetir
fuera de la junta del praesidium lo que se ha sabido en ella. Pero, al
mismo tiempo, hay que guardar un justo medio. A veces, personas imbuidas
de un celo mal entendido, con el pretexto de guardar las leyes de la
caridad, exigen que no se mencionen nombres ni se den informes al
praesidium, en casos de abandono en la práctica de la religión. Esta
actitud, tan laudable en apariencia, oculta un error y una amenaza para
la vida de Legión: si se llevara a la práctica, el praesidium quedaría
en condiciones de no poder trabajar. En efecto:
a) adoptar este proceder sería contrario al modo de actuar de todas las
demás asociaciones, las cuales tratan libremente todos los casos que les
conciernen;
b) llevada hasta su última conclusión, dicha actitud exigiría que los
mismos compañeros de visita guardasen el secreto aun mutuamente;
c) el centro de la acción, del informe y de la caridad legionarias no es
ni el socio individual ni la pareja de visitantes, sino el praesidium, y
al praesidium se deben referir en detalle todos los casos ordinarios;
guardar los informes sin comunicarlos al praesidium es destruir ese
núcleo y perjudicar los verdaderos intereses de la caridad, con pretexto
de defenderlos;
d) no hay equivalencia alguna con el caso del sacerdote, cuyas sagradas
funciones le colocan en un plano distinto al del legionario; este
aprende en el curso de la visita más o menos lo que aprendería cualquier
otra persona de confianza, y lo que muchas veces corre ya de boca en
boca entre los mismos inquilinos de la casa o entre los vecinos del
barrio;
e) eximir a los miembros de la obligación de dar íntegramente sus
informes suprimiría la conciencia de estricta dependencia, factor tan
importante en el sistema legionario. Así no se podría dar consejos
prácticos, ni orientar, ni criticar; y la función principal del
praesidium quedará anulada. Además, serían imposibles la formación y la
vigilancia de los socios, que se basen sobre los informes. Suprímase
esta secreta revisión semanal del trabajo de los miembros, y estará
abierta la puerta de par en par a todo género de indiscreciones; cuando
estas ocurran, no se eche la culpa injustamente a la Legión;
f) pero lo más sorprendente es que con este proceder se aflojan los
vínculos del mismo secreto; porque la garantía del secreto legionario-
también guardado hasta el presente- es la poderosa influencia del
praesidium sobre el miembro: si esta influencia disminuye, disminuye
también la seguridad del secreto.
En conclusión: el praesidium no es solo el centro de la caridad y de la
discreción, sino que es también su sostén.
Los informes deben revestir el carácter de secretos de familia. Lo mismo
que estos, deben discutirse de puertas adentro, pero con amplia
libertad, a no ser que se sepa ciertamente que se ha infiltrado alguna
persona extraña. Y, aún entonces, el remedio no estará en limitar los
informes, sino en expulsar al traidor.
Pueden darse circunstancias excepcionales, que aconsejen en algún caso
extremo un silencio absoluto. En ese caso es menester recurrir cuanto
antes al director espiritual, o, en su ausencia, a algún socio dotado de
cualidades de buen consejero, para que dé su opinión sobre el asunto.
21. Libertad para comentar. ¿Está permitido que se exprese el desacuerdo
con los métodos de la junta? Los miembros pueden expresar su desacuerdo
siempre que se atengan a la más rigurosa justicia, y sin olvidar los
derechos de los demás: porque el ambiente de un praesidium tiene que ser
familiar, no de cuartel. Y nunca deben hacer sus comentarios en un tono
retador, ni falto de respeto para con los oficiales.
22. La junta es el sostén de los socios. Es muy propio del hombre
apetecer con impaciencia resultados visibles, y, luego, no quedar
satisfecho con lo que se ha conseguido. Y, sin embargo, los resultados
tangibles no son indicio seguro del éxito feliz de una obra: un socio
los obtendrá tal vez al primer impulso; otro, tras una perseverancia
heroica, se encontrará con las manos vacías. La sensación de haber
trabajado en vano engendra el desaliento, y éste lleva a desistir de la
obra; y, así, cualquier empresa que se evalúe sólo por los resultados
visibles viene a ser como arena movediza, incapaz de sostener por largo
tiempo al socio activo de la Legión. Éste necesita apoyo y sostén. Y el
legionario lo encontrará en todo cuanto contribuye a formar a junta
semanal del praesidium: oración, rito externo, las peculiaridades del
medio ambiente, los informes, la hermandad cristiana, el magnetismo de
la disciplina, el vivo entusiasmo, y hasta el orden y la limpieza.
En la junta nada lleva a pensar en esfuerzos inútiles, ni que tienda a
aflojar los vínculos legionarios; al revés, todo en ella ayuda a
estrecharlos. Y conforme van sucediéndose las juntas regularmente,
recibe uno la impresión de una maquinaria que marcha con suavidad,
logrando el fin para el que fue hecha, y dando a los socios la seguridad
de que trabajan con fruto y mérito; y en esta seguridad se apoya su
perseverancia. Procuren los legionarios mirar aun más lejos, y ver en el
mecanismo de esta máquina de María una prolongación del poder de su
Hijo. Ellos forman parte activa de la misma, y tienen la misión de
asegurar su perfecto funcionamiento; y María utiliza su lealtad para
conseguir los resultados que Ella quiere. Estos resultados serán
perfectos, porque "solamente María sabe perfectamente donde está la
mayor gloria del Altísimo" (San Luis María de Montfort).
23. El praesidium es una "presencia" de María. Las reflexiones de este
capítulo miran hacia la más perfecta unidad y solidaridad de los
individuos dentro de un mismo cuerpo, con el fin de ser más útiles en el
apostolado oficial- pastoral- de la Iglesia. La relación del apostolado
asociado con el apostolado individual podría compararse con la relación
entre la liturgia y la oración privada.
El apostolado está en relación íntima con María en su condición de Madre
de Jesús: "Ella dio al mundo al que es la misma Vida, que lo renueva
todo; y Dios la adornó de todos los dones dignos de un oficio tan
grande" (LG 56). Y Ella continúa cumpliendo esa misión a través del
ministerio y servicio de quienes quieren ayudarle. El praesidium coloca
a su disposición un grupo de cristianos entregados, ávidos de cooperar
con Ella en la realización de ese cometido. Y ciertamente: Ella aceptará
su colaboración. Por eso, el praesidium puede ser concebido como una
especial presencia de María en ese lugar; mediante esa presencia, Ella
está dispuesta a prodigar generosamente sus dones, y a ejercer y
evidenciar su maternidad. Por eso es de esperar que un praesidium, fiel
a sus ideales, se interese en renovar su vida, en mejorar su salud, en
crecer apostólicamente. Los lugares con problemas deberían solicitar
este principio espiritual.
Con toda el alma acude a la sabiduría, con todas tus fuerzas sigue sus
caminos; búscala y la alcanzarás; cuando la poseas, ya no la sueltes; al
fin, alcanzarás su descanso y se te convertirá en placer; sus cadenas
serán tu fortaleza; su yugo, corona de júbilo. (Eclo 6, 25-30).
- 20 - EL SISTEMA DE LA LEGION ES INVARIABLE
1. Lo dicho acerca de las oraciones hay que aplicarlo por igual a las
demás prescripciones contenidas en estas páginas. La Legión hace saber a
sus socios que ellos no tienen facultad para cambiar reglas y prácticas
a su capricho.
El reglamento de la Legión es el aquí descrito, ningún otro. Toda
variante, por ligera que sea, inevitablemente traerá en rápida sucesión
otras en pos de sí; y no tardará en crearse un organismo que de Legión
no tendrá más que el nombre, y que la Legión no vacilará en repudiar en
cuanto lo descubra, por valioso que sea en sí el trabajo que se venga
haciendo.
2. La experiencia ha demostrado que el
nombre de un organismo vivo significa muy poco para ciertos individuos,
que ven como una especie de tiranía el que no se les permita bautizar
con el nombre oficial de una organización reconocida un engendro de su
propia imaginación.
A veces, algunos "modernistas" se toman la libertad de cambiar todo lo
de la Legión, reteniendo su nombre. ¿no ven que tal apropiación ilegal
de lo ya establecido- y actuando como miembros de la misma- sería la
peor clase de robo, porque se da en el orden espiritual?
3. Y cada localidad- lo mismo que las
personas- tiene cierta propensión a creerse algo fuera de lo común y con
derecho a una normativa particular; de aquí provienen de vez en cuando
insistentes ruegos para que la Legión se doblegue y ajuste su reglamento
a circunstancias tenidas como extraordinarias. La Legión ha demostrado
su capacidad para adaptarse a toda circunstancia y lugar; pero si
permitiera tales modificaciones, se producirían lamentables
consecuencias, pues casi siempre obedecen, no a la necesidad, sino a la
acción disolvente de un falso espíritu de independencia, que, lejos de
traer las bendiciones especiales del Cielo, acaba por precipitar la
desintegración. Sabemos bien que no es posible convencer a todos de
esto; pero los que se empeñen en usar del derecho de interpretar
privadamente las reglas de la Legión sepan que el honor les obliga
siquiera a no amparar con el nombre de la misma lo que no es más que una
invención suya.
4. Una tal falsificación bastaría para
desterrar a la Legión de una población y hasta de todo un país, y en
todo caso paralizaría su acción. Es posible que la nueva asociación esté
más perfectamente organizada que la nuestra, pero es muy dudoso que de
ella resulte tanto bien. Se pelearía en guerrillas allí donde María
quiere la acción conjunta de un cuerpo de sus legionarios; en vez de
unirse, las fuerzas estarían desparramadas.
Además, tan caprichosa manera de escoger esto y rechazar lo otro, en que
se deleitan ciertas personas, nunca logra comunicar a la copia el
encanto e inspiración que da valor al original; del proceso quirúrgico
sale un cadáver, nada más; o, a lo sumo, un mecanismo bonito. Y, ¡qué
grave será su responsabilidad, cuando se vean los desengaños y fracasos,
que han de sobrevenir!
5. La razón principal por la que existen los
diversos consejos de la Legión es precisamente ésta: preservar el
reglamento de la misma. A toda costa deben ser fieles al encargo que se
les ha encomendado.
"El sistema de la Legión de María es de todo punto excelente" (Papa Juan
XXIII).
"O aceptarlo todo, o rechazarlo todo: reducir no hace más que debilitar,
amputar es mutilar. Es una locura aceptar todo menos algo, cuando ese
algo es una parte tan esencial como todo lo demás" (Cardenal Newman,
Ensayo sobre el desarrollo).

Manual de la Legión de María
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