Los grotescos noctámbulos mediocres
se ríen sin motivo
y carentes de grandes ilusiones
alucinan con falsos paraísos,
son pájaros cercados por barrotes
en su cárcel de arcilla, en su presidio
de luctuosos colores,
cohetes de artificio.
Y tú, gaviota blanca de luceros,
tú que volabas sobre la penumbra,
que en la excelsa bonanza del océano
navegabas la bruma,
hoy, en tu atardecer, en los senderos
de la pálida luna,
llevas turbado el sol de tu cerebro
con extraña locura.
Espectros emisarios de la muerte
amputaron tus alas del bautismo
en el angosto surco de la nieve
por el que vas perdido,
no viras hacia el puerto azul celeste
que te espera al final del maleficio,
estás lejos del muelle,
de tu mejor cobijo.
¿Cuándo podrás romper esas cadenas
de fríos eslabones de hojalata
que piensas son panal de miel y cera?.
Extiende tu mirada
por los lirios de nuevas primaveras,
y esas horas heladas
se abrasen con tu hirviente adolescencia
caldeada en benditas luminarias.
¡Que ya está amaneciendo en tu horizonte!
¡Que ya el rayo inmortal quema tus zarzas!
Escala hasta la cima de tu Norte,
bate tus tiernas alas
y avanza a contraviento de la noche.
Llega la madrugada
pletórica de amor, de pleno goce,
si tienes libre el alma.