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MISTERIOS
DOLOROSOS
(Para recitar antes de cada Misterio
del Rosario,
bien completos o en parte)
Por
Emma Margarita R. A.- Valdés

LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO
Bajo el
anciano olivo, con temor
al tormento
final, al sacrificio,
de rodillas
en tierra, es tu cilicio
beber el
cáliz agrio del dolor.
No harás tu
voluntad por nuestro amor.
Tu materia se
turba ante el suplicio,
se enrojece
la arcilla, el edificio
que sufrirá
tu cruz de vencedor.
Comienza la liturgia del perdón
al darte en holocausto, al entregarte
como mártir de nuestra redención.
¡Suba a Getsemaní nuestra oración!.
Que entendamos tu ofrenda para amarte
y consagrar la vida a tu misión.

LA
FLAGELACIÓN DEL SEÑOR
Los azotes
desgarran tu figura
con la mano
brutal de la injusticia,
de la
traición, del odio y la malicia
de un mundo
que se anubla en tu hermosura.
Es un surco
de sangre tu ternura.
Esparces la
semilla que ahora inicia
cosecha de
pureza, la caricia
que bajo el
latigazo se madura.
Aceptas el martirio con valor.
Tu silencio es la voz de enamorado
que libra del castigo al pecador.
Suframos el azote del dolor
evocando tu cuerpo lacerado
atado a la columna del amor.

LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Circundan tu
cabeza las espinas
y taladran tu
mente pensamientos
de dolor, tu
padeces los tormentos
por nuestras
vocaciones viperinas.
Derrochamos
tu pan en las esquinas.
Arrancamos tu
vid y tus sarmientos.
Nuestros
rezos son súplicas, lamentos.
¡Te clavamos
mil veces las espinas!
La corona ceñida a tu cabeza
es símbolo del Reino de tu amor
a los que reconocen su pobreza.
¡Líbranos de la angustia y la tristeza,
del miedo, de la duda, del temor;
corónanos con mística certeza!.

JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
Soportando la
Cruz de tu agonía,
desgarrando
tus pies en la andadura,
subes por el
Calvario, con dulzura,
a cumplir la
sagrada profecía.
Eres reo de
nuestra villanía,
que arrastra
por el suelo tu hermosura,
y en un
lienzo nos dejas tu figura
con mensaje
de amor y cercanía.
Es la soberbia humana, deicida,
tu cruz, por nuestro mundo pecador,
y causa del pesar de tu caída.
Te ofrecemos el alma arrepentida
para ser cirineos del dolor
que redime a esta tierra fratricida.

LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR
La ingrata
humanidad te ha ajusticiado.
Tu grito, tu
clamor, se eleva al cielo,
añoras de tu
Padre su consuelo:
¡Dios mío,
por qué me has abandonado!
María, hija y
madre, está a tu lado
en pie, con
su dolor, clavada al suelo.
Se rasga con
tu muerte el viejo velo
y nuestra
redención has conquistado.
Eres fruto en el árbol de la vida,
maduro en sacrificio sobrehumano,
con el perdón brotando de tu herida.
La voluntad de dios está cumplida,
desde la cruz te ofreces como hermano
y es, de tu amor, la auténtica medida.

Emma Margarita R. A.- Valdés Reservados todos los Derechos de Autor.
Publicado con permiso de la Autora.
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