NOCHE DE FIESTA EN EL PUEBLO

(Recordando a grandes poetas)

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

El pueblo es ascua encendida

bajo el azabache inmenso,

música y algarabía,

seda, raso y terciopelo,

tenderetes de colores,

voces, gritos, risoteos.

Embrujo de noche blanca

trenza la luna en el cielo

con rayos de bronce y oro.

Escintilan los luceros.

Las estrellas, fuego y plata,

bailan por el firmamento

con el ritmo de la historia

al son de los nuevos tiempos.

 

Golosinas, farolillos,

deleitan a los chicuelos

que retozan hechizados

con la magia del festejo;

aferrados a una mano

baten alas de jilgueros,

libres de jaula y barrotes,

iniciando el primer vuelo.

 

Los jóvenes van cantando

las canciones del momento,

anhelan, en esta noche,

adentrarse en el misterio,

llevan premura en las venas

por beberse el mundo entero,

por adueñarse de golpe

del río, del mar, del viento,

por degustar el amor

carne a carne, beso a beso.

 

Las madres, en sus entrañas,

sienten despertar al miedo

por tantas cosas que pueden

segar la vida y el sueño.

 

Cruzan largas callejuelas

cansados, lentos, los viejos,

estatuas de sal y escarcha

pulidas en blanco y negro;

sus ojos, cuchillos grises,

taladran los pensamientos;

sus pies arrastran la huella

de los pasados recuerdos

de otras noches con farolas

que lloran lejos, muy lejos.

 

La campana de la Iglesia

duerme en torre de silencios.

Las casas de cal y adobe

están vacías, sin ecos,

callan las altas paredes,

la fuente, el patio, los tiestos.

Pronto sonará la hora

de recoger el regreso.

 

Ya están todos los vecinos

en la gran plaza del pueblo,

ríen, cantan, bailan, juegan,

es la noche del ensueño.

Los cohetes en el aire

dejan estelas de fuego,

hay un tronar que retumba,

se estremecen alma y cuerpo,

crece el goce de la vida,

de amor y de vino añejo.

 

La orquesta fustiga el ánimo

con el bombo y el pandero,

la rugosa piel de oveja

marca el compás en los pechos.

 

En las esquinas del monte

el sol peina sus cabellos,

tiene color aceituna

y una nube de recelos.

La noche se va marchando

por los caminos del tiempo,

las calles despiertan mudas,

triste la plaza del pueblo,

los niños pliegan sus alas,

velan y añoran los viejos,

y las puertas de las casas

se cierran con golpe seco.

La campana de la Iglesia

está ya tocando a muerto.

Emma-Margarita R. A.-Valdés

Poesía vital - Contenido

 

Libros de Emma-Margarita R. A.-Valdés

Si quiere enviar un mensaje recomendando 

estas páginas, pulse AQUÍ

Añada este sitio a sus Favoritos