Otra vez, hablando el Conde Lucanor
con Patronio, su consejero, le dijo:
-Patronio, me han asegurado que unos
nobles, que son vecinos míos y mucho
más fuertes que yo, se están
juntando contra mí y, con malas
artes, buscan la manera de hacerme
daño; yo no lo creo ni tengo miedo,
pero, como confío en vos, quiero
pediros que me aconsejéis si debo
estar preparado contra ellos.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-
para que podáis hacer lo que en este
asunto me parece más conveniente, me
gustaría mucho que supierais lo que
sucedió a la golondrina con las
demás aves.
El conde le preguntó qué había
ocurrido.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-
la golondrina vio que un hombre
sembraba lino y, guiada por su buen
juicio, pensó que, cuando el lino
creciera, los hombres podrían hacer
con él redes y lazos para cazar a
los pájaros. Inmediatamente se
dirigió a estos, los reunió y les
dijo que los hombres habían plantado
lino y que, si llegara a crecer,
debían estar seguros de los peligros
y daños que ello suponía. Por eso
les aconsejó ir a los campos de lino
y arrancarlo antes de que naciese.
Les hizo esa propuesta porque es más
fácil atacar los males en su raíz,
pero después es mucho más difícil.
Sin embargo, las demás aves no le
dieron ninguna importancia y no
quisieron arrancar la simiente. La
golondrina les insistió muchas veces
para que lo hicieran, hasta que vio
cómo los pájaros no se daban cuenta
del peligro ni les preocupaba; pero,
mientras tanto, el lino seguía
encañando y las aves ya no podían
arrancarlo con sus picos y patas.
Cuando los pájaros vieron que el
lino estaba ya muy crecido y que no
podían reparar el daño que se les
avecinaba, se arrepintieron por no
haberle puesto remedio antes, aunque
sus lamentaciones fueron inútiles
pues ya no podían evitar su mal.
- Antes de esto que os he contado,
viendo la golondrina que los demás
pájaros no querían remediar el
peligro que los amenazaba, habló con
los hombres, se puso bajo su
protección y ganó tranquilidad y
seguridad para sí y para su especie.
Desde entonces las golondrinas viven
seguras y sin daño entre los
hombres, que no las persiguen. A las
demás aves, que no supieron prevenir
el peligro, las acosan y cazan todos
los días con redes y lazos.
- Y vos, señor Conde Lucanor, si
queréis evitar el daño que os
amenaza, estad precavido y tomad
precauciones antes de que sea ya
demasiado tarde: pues no es prudente
el que ve las cosas cuando ya
suceden o han ocurrido, sino quien
por un simple indicio descubre el
peligro que corre y pone soluciones
para evitarlo.
Al conde le agradó mucho este
consejo, actuó de acuerdo con él y
le fue muy bien.
Como don Juan vio que este era un
buen cuento, lo mandó poner en este
libro e hizo unos versos que dicen
así:
Los males al comienzo debemos
arrancar,
porque una vez crecidos, ¿quién los
atajará? |