|
En
frío, lentamente, sin piedad,
sabiendo
mi agonía y mi dolor,
como
algo natural, segó mi amor
la
mano que besé por su bondad.
Se
llevó mi confianza, mi heredad,
y
dejó un hueco helado en mi interior,
arrancó
ese entusiasmo, ese candor
que
no conoce engaño ni maldad.
En
gélida mañana, la traición,
con
ponzoñosas uñas de alimaña,
surcó
mi cuerpo trémulo y baldío.
Sólo
crece cizaña. Sin pasión,
sin
amor, sin dolor, nada me daña.
¡Cómo
añoro mi ardor!. ¡Odio este frío!
Emma-Margarita
R. A.-Valdés
|