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El
raudo tren subterráneo
atraviesa
la ciudad
con
su carga de tristeza,
con
su carga de ansiedad.
Vamos
todos hacinados,
privados
de libertad,
arrastrando
las cadenas
de
la vida en sociedad,
las
cadenas de trabajo,
pobreza
y enfermedad,
de
dura lucha incesante,
de
la falta de piedad.
El
tren horada la tierra,
huye
de la claridad,
se
avergüenza de su carga
de
dolor y suciedad.
Vamos
de un lugar a otro
juntos,
pero en soledad,
esperando
un nuevo cielo
lleno
de felicidad,
un
cielo que nunca llega
dentro
de esta oscuridad,
de
un quehacer rutinario
de
absurda finalidad.
El
tren sigue hora tras hora
su
febril actividad
hacia
la monotonía
bajo
la fatalidad.
Nuestras
miradas reflejan
la
triste conformidad,
una
calma precursora
de
futura tempestad.
así
un día y otro día,
así
hasta la saciedad,
por
el raíl cotidiano
de
la brutal realidad.
El
tren abre nuevos túneles,
se
extiende en profundidad,
hay
que llevar muchos cuerpos
que
ofrecen utilidad.
Lejos
del tren vuela el alma
buscando
la inmensidad
en
un cielo gris, ausente
de
la solidaridad.
algún
día encontraremos
la
estación de la Verdad,
en
la que todos, hermanos,
tendremos
amor y paz.
 Emma-Margarita R. A.-Valdés
Pintor:
Daumier
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