DESPEDIDA
Comienza la oración sacerdotal,
es el momento de la despedida,
Jesús invoca al Padre,
pide le glorifique como Él le
glorifica.
Ruega por los discípulos,
mediando por su máxima alegría,
el don de Vida eterna,
en el conocimiento de su esencia
divina.
Ellos no son del mundo, han sido
rescatados,
guardarán su Palabra, su consigna.
Ruega por los creyentes,
que en el futuro le amen y le sigan.
Que todos sean uno,
en Él santificados, y bendiga
la unión de Él en el Padre y la de
ellos en Él,
en la gloria del bien, de la armonía.
Se aproxima el momento del silencio,
del grito sepulcral de las tinieblas.
Jesucristo, a su muerte, romperá
el velo de la fe, de la certeza,
su glorificación
será clara, absoluta, manifiesta.

EL ANUNCIO DE TU AUSENCIA
Me
estremece
el anuncio de tu ausencia,
dices que vas al Padre, a tu casa,
que ha llegado la hora.
Si te vas, mi Señor;
¿Dónde hallaré tu rostro?
Trae la luz a mis ciegos ventanales.
La escarcha del olvido
no hiele el corazón si no te encuentro.
¿Reflejarán mis ojos el hueco de tu
imagen?
¿Escucharé tu voz en el silencio?
¿Me heriré con el tacto del vacío?
Me dices que soy tuyo y suplicas al Padre
por los que te seguimos.
Has velado por mí,
para que no me pierda en este mundo
y goce la alegría de tu encuentro.
Las espinas punzantes de la vida
me acarician ardientes,
mas tu tiendes las manos
y el dolor se transforma en redención.
¡Vuelve pronto, Señor!
Caminaré feliz a tu horizonte.
Mientras llega la hora,
habita en mi interior, ilumíname,
seas Sol en mi noche oscura y fría
|