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LA BODA (Gn 2,7; Mt 10,28; 26,41; Jn 4,24; 20,22)
Por
Al
contemplarse en ojos que subliman
con
fuego del amor en la mirada,
y
el beso y la caricia llenan, miman, las almas del amado y de la amada;
al
brotar goces místicos que animan
una
esencia recóndita, olvidada,
y
los cuerpos ardientes se aproximan con más luz que la carne en llamarada,
entienden
que algo vive eternamente,
que
un ser etéreo y vivo les habita,
distinto
de su cuerpo y de su mente.
Por
este amor, sentido plenamente,
la
gracia celestial brilla, palpita,
y
hoy consagran a Dios su amor ferviente
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