AMANECE SOBRE TU FLOR DE LOTO Por
Vestía el hombre harapos de ventura, jirones de heliotropos, de azucenas. El aroma de un trágico final envolvía gardenias silenciosas por vigilias sin alba. Entre la lobreguez esclarecían diez guirnaldas de estrellas goteando su llanto luminoso. Un sudario de sombras invisibles cubría los desnudos. El ángel de alas rotas perecía en el fango con plumas impregnadas de alto vuelo.
La siembra está granada. Amanece, María, la promesa sobre tu flor de loto cuyos pétalos blancos jamás fueron tocados por el limo. Surge la antigua forma que dibuja el universo azul donde el cisne reencuentra la ambrosía.
Alondras penitentes anuncian a las brasas el húmedo verdor de las cenizas. La oscuridad descorre sus crespones acercando la luz al novilunio.
Marchitos crisantemos se deshojan con el temblor del éxtasis. El fruto del olivo está en sazón, germina la semilla en el trigal y la viña enraíza. El óleo, el pan y el vino maduran el encuentro. Comienza el despertar de la materia.
La cuna universal recibe al Sol con sábanas de almendros florecidos. El río de la vida fecunda los estériles desiertos. El mar sigue en sus límites. Rasgan las nubes claros resplandores. Toda la creación se inflama en cánticos y deleita a las dunas el maná por tu inocencia intacta.
Del Libro "Antes que la luz de la alborada, tú, María"
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