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Por
Emma-Margarita
R. A.-Valdés
En
un patio te hallaron,
abandonada,
era
tu imagen pura
la
flor intacta.
Unos
niños jugando
te
descubrieron
y
una mujer piadosa
te
dio su techo.
Te
hizo un trono la fe,
Reina,
Señora,
en
Madrid, en la calle
de
la Paloma.
Te
encomiendan que cures
a
los enfermos.
Tu
corazón de madre
vela
por ellos.
Tú
concedes milagros,
vienen
a verte,
y
tu amor generoso
la
fama extiende.
Hoy
los fieles devotos
llenan
tu casa,
en
ti encuentran respuesta
a
sus plegarias.
Virgen
de Soledad,
la
Dolorosa,
padeces
por tus hijos
y
al Padre imploras.
Virgen
de la Paloma,
así
te llaman,
son
tus alas benditas
feliz
morada.
Emma-Margarita
R. A.-Valdés
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