Loada
seas Madre auxiliadora,
bella
vendimiadora,
custodia
de mirífica simiente;
manantial
del bautismo en la confianza
que
sacia la añoranza
del
hombre desterrado y penitente.
Te
quedas en la tierra confortada,
en
tu hijo refugiada,
y
en el Cenáculo eres la Señora.
Tu
oración cotidiana les consuela.
La
ansiedad te desvela
esperando
su luz reveladora.
Los
apóstoles temen predicar,
no
quieren declarar
sobre
la maravilla contemplada.
Han
tenido a Jesús resucitado,
le
han visto y les ha hablado,
mas
la esencia a la arcilla está apegada.
Viven
acobardados por el miedo
a
confesar su credo,
recelan
que les van a condenar.
Unidos
en tu afable compañía
aguardan
ese día
que
Cristo les acaba de anunciar.
Persisten
encerrados, escondidos,
aunque
están elegidos
para
ser operarios del viñedo.
En
el silencio se oyen sus latidos,
en
brío convertidos,
y
saldrán a la lucha con denuedo.
En mp3, recitada por la autora, pulsar
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Emma-Margarita
R. A.-Valdés
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