La higuera estéril: Lc 13,1-9

Maldición de la higuera estéril: Mt 21-18-22; Mc 11,11-14.19-26

Del libro "VERBO y verso"

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés


 

ÁRBOL ESTÉRIL

 

No fui un árbol fecundo en mi estación

y la ley natural no obedecí,

en mis ramas reinó desolación

y en la sequía ingrata sucumbí.

 

Soy árbol solitario, macilento,

sacudido por fría realidad,

y absorbo de la tierra el alimento

que requiere el amor y la bondad.

 

Que la hoz del labriego me cercene,

que sea de utilidad en otro empleo,

con mi muerte la savia de otros llene

y alcance con mi entrega mi apogeo

 

¿Será el barro mi tumba, mi destino,

en el mundo de humana expiación?

¿Será el cielo, o el infierno, un desatino?

¿Viviré en celestial resurrección?

 

La esperanza no muere en la caída

y yo espero un alegre amanecer,

seré abono de rama verdecida

y en la flor veré al Sol resplandecer.

 

 

PERDÓNAME

 

Perdóname, tú has sufrido,

por mi pecados, Señor.

Para que no esté perdido,

has sufrido por mi amor.

 

Jugaba, no comprendía,

hoy quisiera consolarte,

vivir en tu cercanía

para seguirte y amarte.

 

No seré como esa higuera

que no quiere dar el fruto.

Yo seré la sementera

y pagaré mi tributo.

Aún no cortes, mi Señor,

las raíces de mi vida,

empápalas con tu amor

y que mi alma esté a Ti asida.

 

ERIALES SOMBRÍOS

 

Tienes hambre

y no te damos frutos.

¡Creced, multiplicaos! Nos dijiste.

Adoramos el cuerpo, la materia,

la falsa libertad

y se despuebla el mundo que creaste.

 

Divisamos un cúmulo de lágrimas

en el rojo horizonte

por tantos juegos rotos de inocentes

muertos antes de hacerse flor y fruto.

 

En eriales sombríos

la desnudez arrastra sus escamas,

víbora del placer frío y estéril.

 

Bañemos nuestros cuerpos

en el mar del origen,

que fertilice el alma y la materia

y contigo, Señor, demos el fruto.

 

 

HOY TE OFREZCO MI FRUTO

 

Cuando al amanecer

te acucie el hambre de mi amor humano

y aún no sea mi tiempo de creer,

abona mis raíces con tu mano.

 

Tu voz es hoy la savia poderosa

que late en mi interior,

es fuego que me abrasa en la gloriosa

lumbre de tu vida y de tu amor.

 

Hoy te ofrezco mi fruto madurado

con tu divino Sol.

Que permanezca esplendoroso y sano

en mi pobre crisol.

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés

email del autor: universo@universoliterario.net




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Música: Atento a tu voz, Señor.