ÁRBOL ESTÉRIL
No fui un
árbol fecundo en mi estación
y la ley
natural no obedecí,
en mis
ramas reinó desolación
y en la
sequía ingrata sucumbí.
Soy árbol
solitario, macilento,
sacudido
por fría realidad,
y absorbo
de la tierra el alimento
que
requiere el amor y la bondad.
Que la
hoz del labriego me cercene,
que sea
de utilidad en otro empleo,
con mi
muerte la savia de otros llene
y alcance
con mi entrega mi apogeo
¿Será el
barro mi tumba, mi destino,
en el
mundo de humana expiación?
¿Será el
cielo, o el infierno, un desatino?
¿Viviré
en celestial resurrección?
La
esperanza no muere en la caída
y yo
espero un alegre amanecer,
seré
abono de rama verdecida
y en la
flor veré al Sol resplandecer.
PERDÓNAME
Perdóname, tú has sufrido,
por mi pecados, Señor.
Para que no esté perdido,
has sufrido por mi amor.
Jugaba, no comprendía,
hoy quisiera consolarte,
vivir en tu cercanía
para seguirte y amarte.
No seré como esa higuera
que no quiere dar el fruto.
Yo seré la sementera
y pagaré mi tributo.
Aún no cortes, mi Señor,
las raíces de mi vida,
empápalas con tu amor
y que mi alma esté a Ti
asida.
ERIALES
SOMBRÍOS
Tienes hambre
y no te damos
frutos.
¡Creced,
multiplicaos! Nos dijiste.
Adoramos el
cuerpo, la materia,
la falsa
libertad
y se
despuebla el mundo que creaste.
Divisamos un
cúmulo de lágrimas
en el rojo
horizonte
por tantos
juegos rotos de inocentes
muertos antes
de hacerse flor y fruto.
En eriales
sombríos
la desnudez
arrastra sus escamas,
víbora del
placer frío y estéril.
Bañemos
nuestros cuerpos
en el mar del
origen,
que fertilice
el alma y la materia
y contigo,
Señor, demos el fruto.
HOY TE OFREZCO MI
FRUTO
Cuando al amanecer
te acucie el
hambre de mi amor humano
y aún no sea mi
tiempo de creer,
abona mis raíces
con tu mano.
Tu voz es hoy la
savia poderosa
que late en mi
interior,
es fuego que me
abrasa en la gloriosa
lumbre de tu vida
y de tu amor.
Hoy te ofrezco mi
fruto madurado
con tu divino Sol.
Que permanezca
esplendoroso y sano
en mi pobre
crisol.
Emma-Margarita R. A.-Valdés
email del autor:
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