TE CANTAN HOY

MIS CÍTARAS TEMPLADAS

 

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

Metálicos latidos digitales

rompían en mi asfalto olas suicidas,

en la tormenta oculta de la sangre

estallaban volcanes de vigilias.

Qué negro era el eclipse de tus párpados.

Qué duro el pedregal bajo mi piel.

Me visitó tu Sol desde lo alto

y amaneció la Vida en mi ciprés.

Me siguieron tus pasos de cristal

y la cascada azul de tus parábolas,

me grabaste el contorno de tu faz

con fuego del sermón de la montaña.

La madera del último manzano

verdeció en la aridez de mi desierto

y es locura de Cruz, amor extraño,

en el pórtico abierto del encuentro.

Se despejó la niebla en mi paisaje,

mi velero se eleva con tu brisa,

asciendo hacia las fuentes celestiales

y acerco tu agua clara a las orillas.

Soy timonel con rumbo al infinito,

llevo a bordo esperanza de gaviota,

y surco el mar en calma redimido

en el cantil profundo de tu roca.

Tu verbo es la materia, es el color,

es la cifra que forma el universo,

es el ritmo que anima la emoción,

es la vida que brota del silencio.

Me formas con el gesto de tus labios,

me alimentas con blanca flor de harina,

me vistes con los pétalos de Mayo,

me sacias con la miel de siempreviva.

Reverbera tu voz en mi horizonte

y soy eco de estrellas siderales,

percibo los destellos de mi Norte

en el brillo angular de tu diamante.

Me guías al final del laberinto

y construyes mi casa y mi ciudad,

tu lámpara ilumina mi destino

y me das tu viñedo y tu trigal.

Mística flor del valle de las lágrimas

abrió a tu luz su virginal corola

y germinó, a la sombra de tus alas,

la semilla del fruto de la aurora.

Habitas en el aire, el agua, el fuego,

en el óleo sagrado, el pan y el vino,

me obsequias con tus siete Sacramentos

y con los siete dones de tu Espíritu.

Eres Alfa y Omega de mi espacio,

águila que planea en el abismo,

rayo que rasga el velo del Santuario,

mano que abre un camino por mi río.

Eres aliento y bálsamo en mi piedra,

columna que conduce hasta tus prados,

alfarero de paz sobre la guerra,

y serpiente de bronce del cayado.

Te cantan hoy mis cítaras templadas,

con luna llena y nueva de mis noches,

y te ensalzan las cuerdas de mis arpas

porque eres el amor de mis amores.

Sería muy feliz si yo pudiera

retroceder hasta hace dos mil años

para darte las gracias por tu entrega

y morir, como Dimas, a tu lado.

 

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

Del libro "Felicidades, Jesucristo".

Biblioteca de Autores Cristianos. BAC

 

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Pintor cuadro: Charles Lebrun