(Con tus palabras y tus frases, mi querida amiga Teresa, he compuesto esta poesía y, siguiendo tu deseo, la publico para que, según tú dices, se conozca el dolor que produce la infidelidad y la separación.)

SEPARACIÓN

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

 

 

Un grito está latente en mi garganta

ahogado por la fuerza del dolor.

El alma torturada se quebranta.

¡Hoy he muerto a la vida y al amor!.

 

Una tristeza inmensa me domina.

Una angustia letal roe por dentro.

Jamás podré arrancar la aguda espina

que me clavaste, amor, en pleno centro.

 

Siento rabia, temor, desasosiego,

asco, sed de justicia y de venganza,

rebeldía, rencor, delirio ciego,

náuseas, desprecio, trágica añoranza.

 

Sé de tu burla y risa compartida,

fría traición, cruel y despiadada.

Por tu infidelidad brotó mi herida,

es vuestra unión adúltera, malvada.

 

Horas preñadas de mentira baja,

noches de insomnio, angustia e impaciencia,

soledad que me hirió con la navaja

de la aflicción que causa mi demencia.

 

Años de sacrificio y privaciones,

de lucha, de pasión y de esperanza,

de dicha y sufrimiento, de ilusiones,

¿no merecen abrirse a la confianza?.

 

¿Por qué no me contaste tu aventura?.

¿Por qué te acorralaste en el engaño?.

Pedí sinceridad, la verdad pura.

¿Cómo has podido hacerme tanto daño?.

 

Trabajé anonadándome en la entrega,

regalándote el fruto del trabajo

que pusiste en la mano que ahora juega

a romper mi ideal con golpe bajo.

 

Ya no existe esperanza de futuro,

he perdido la fe que en ti tenía,

he bebido la copa de cianuro

que sirvió, con amor, tu mano fría.

 

¡Qué tristeza tan grande en los recuerdos!.

¡Qué pesar tan profundo!. ¡Qué agonía!.

¿Cómo ser tan crueles siendo cuerdos?.

Sabíais bien lo mucho que sufría.

 

¡Qué traición!. ¡Qué maldad!. ¡Qué alevosía!.

¡Qué falta de piedad!. ¡Cuánto egoísmo!.

¿Y podías vivir con alegría

habiéndome arrojado al negro abismo?.

 

Hoy estoy sola, sin amor, sin bienes,

sin familia, sin besos, sin caricias,

corroída en dolor hasta los genes,

desperdigada mi alma entre inmundicias.

 

Perdí lo más amado en el camino,

no comprendo el sentido de mi vida,

fue mi vagar de triste peregrino,

dejé jirones de alma enternecida.

 

Años de juventud, de vino y flores,

se urdieron para mí con hiel y espinas.

Mi sino yacerá entre mis clamores,

¡moriré bajo el peso de mis ruinas!.

 

 

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

 

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