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Poesías
para la Semana Santa
por
José
María Zandueta Munárriz
En
la Cruz
¡Cómo
abruma, Señor, tanto pecado
en esa Cruz que Tú llevaste a cuestas!.
¡Cuántas culpas y acciones deshonestas
hirieron el dintel de tu costado!.
¿Cuántas veces, Jesús, me has perdonado
y en amargo silencio me amonestas?.
¿Qué más preguntaré?. ¡Cuántas respuestas
nos da esa Cruz en la que estás clavado!.
Cristo Jesús, mi corazón doliente
va meditando al par de tus dolores
todo el amor que en tu Pasión me inspiras.
De rodillas me postro reverente
y te pido el perdón de mis errores
desde esa Cruz, donde colgado expiras
Plegaria
Sí,
mi Señor... Abierta está la herida
del estilete atroz de la lanzada.
Lanza asesina, que tu pecho horada,
hierro cruel que cercenó tu vida.
Fue Longinos la mano deicida
que exterminó el fulgor de tu mirada,
pero a su vez fui yo la fuerza airada
y el brazo ejecutor y fratricida.
Sí, mi Señor, que yo también he sido
verdugo y centurión, lanza cobarde
que hirió tu corazón y tu costado.
Perdóname otra vez, si arrepentido,
postrándome ante Ti, vengo esta tarde
a llorar mi maldad y mi pecado.
Hora
sexta
Señor,
vas a morir... Míranos antes.
Abrásanos con una llamarada
de tu perdón en la postrer mirada
de tus ojos sin luz, agonizantes.
De rodillas venimos suplicantes
para ungir esa carne desgarrada,
pidiendo, por la sangre derramada,
el perdón de tus labios deprecantes.
Todo se ha consumado... Tus heridas
serán perenne luz, sangrienta aurora,
amanecer de un nuevo amor fecundo.
Lo das todo. Tus llagas encendidas,
el precio de tu sangre redentora,
todo lo das por redimir al mundo.
Bendito
sea
Bendito
sea aquel día
que en la Cruz nos redimiste
y que al pecador quisiste
perdonar en tu agonía.
Se cumplió la profecía
de tu Muerte y tu Pasión.
Bendito sea el perdón
que otorgaste al mundo entero
tras el lanzazo certero
que horadó tu corazón.
Mater
Dolorosa
Se
va y se vuelve a Cristo por María,
la Virgen Dolorosa y Madre nuestra,
que en el ritual de la Pasión se muestra
sufriendo ante la Cruz lenta agonía.
Tus dolores sintamos noche y día,
ya que tu amor de Madre nos demuestra
que no hay pena en el mundo como vuestra
triste aflicción y dolorosa vía.
Por ti vamos a Cristo. Tus dolores
se asocian en la cumbre del Calvario
al valor de su sangre generosa.
Muriendo por nosotros, pecadores,
nos da Dios en legado hereditario
a su Madre, la Virgen Dolorosa.
José
María Zandueta Munárriz
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