Poesías diversas

Por

José María Zandueta Munárriz

  

Tus joyas

Como talla el orfebre su diamante
poco a poco, sin prisa, con paciencia,
debes, joven, pulir tu inteligencia
con un estudio y un afán constante.

Tu criterio, de acero fulgurante;
de cristal luminoso, tu conciencia;
oro puro de ley, toda tu ciencia;
tu fe y tu caridad, de luz radiante.

Tallada así la joya y bien pulida,
han de ser un tesoro verdadero
las palabras que salgan de tu boca.

Y en el duro combate de la vida
tendrá tu corazón temple de acero,
tu voluntad, la fuerza de una roca.

¡Libérame!

 

Libérame, Señor, del verso libre

y de la estrofa vana y retorcida,

sin rima, sin acento, sin medida,

sin algo que la encuadre y la equilibre.

 

De tan falsos poetas, Dios nos libre.

Sus palabras, en loca acometida,

lucen significados sin cabida,

un hablar por hablar de alto calibre.

 

¿Entienden lo que escriben ellos mismos?

¿Se enteran de lo dicho los lectores?

¿Perdurará su nombre en el futuro?.

 

Ya estoy harto de nuevos aforismos,

de ristras de vocablos inferiores,

de sus versos, en negro claroscuro.

 

Ceniza

A nuestro alrededor hierve un abismo
de corrupciones, drogas y miseria,
de pingües beneficios, de materia,
de lujo, de placer, de paganismo.

La locura del mal, su paroxismo
se ha desatado en carnaval de feria
y el orbe se desangra por la arteria
de la sensualidad, del egoísmo.

¡Qué mundo tan cruel!, ¡qué ingratitudes!.
¿No veis que está clavado, que agoniza,
que Cristo va a morir y es inocente?.

Valorad esa sangre, multitudes.
Cubramos los cabellos de ceniza,
humillemos al polvo nuestra frente.

 

Confía y calla

¿Tienes alegre el corazón, hermano,
saltas de gozo, exultas de alegría?
¿Pides a Dios el pan de cada día
y a tu odioso rival le das la mano?.

Si hay en tu cuerpo algún deseo insano,
si llenas tu alma de melancolía,
si no luchas por pura cobardía,
o luchando sin fe, luchas en vano...

Olvídate de ráfaga tan negra,
levanta tu mirada a ras de suelo,
piensa que no has perdido la batalla.

¡Arriba el corazón!. Tu pecho alegra
y elevando tus ojos hacia el cielo
confía en el Señor. Confía y calla.

José María Zandueta Munárriz

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