Poesías para la Navidad

Por

Blanca María Alonso Rodríguez

 

 
 

Bendita tú que creíste


¡José no sé lo que siento
por dentro y fuera de mí,
al palpar cercano el día
en que Jesús va a venir!

No sé si estas puras manos
podrán acercarlo a mí;
ni sé si ,cuando lo mire,
algo le podré decir.

No sabré cómo acunarlo
cuando se quiera dormir,
ni siquiera amamantarlo
cuando tenga hambre de mí.

Las horas se me hacen días
y lo días un sin fin
de confusos pensamientos
que no puedo concebir.

¡José no sé lo que siento
por dentro y fuera de mí!
¿Cómo será Dios y Hombre
cual anunció el Serafín?

Como Dios he de adorarle
y esclava me he de sentir.
Si es mi Dios, he de postrarme
y que Él mande sobre mí.

Como madre he de cuidarle
desde que nazca al morir.
He de acunarlo en mis brazos
como madre me hizo a mí.

Le regalaré los besos
que desde niña escondí.
Mas ¿ quién soy para enseñarle
a decir que no o que sí?

¡José, no sé lo que siento
por dentro y fuera de mí!
¿Cómo siendo un ser divino
humano se ha de sentir?

¡Si es mi Señor de los cielos
el que va a nacer de mí!
¡Si es el que cubrió los campos
de primaveras sin fin!

¡El que formó verdes mares,
el que al cielo hizo lucir
con el sol y las estrellas
y esa luna de marfil.!

¡El creador de los hombres
destinados a un festín,
creador de cuerpo y alma,
creador de mi vivir!

¡José, no sé lo que siento
por dentro y fuera de mí!
¡Mi vientre se regocija
porque lo siento existir!

Oremos juntos al cielo,
a Dios le quiero pedir
que me calme esta zozobra
para no inquietarme así .

Porque entenderlo sería,
lo cual no se ha de cumplir,
que humana sabiduría
con Él quiera competir.

Seré madre y seré esclava
para poderle servir
y creo, como aquel día,
lo que anunció el Serafín:

“Alégrate tú, María,
porque va a nacer de ti
un Niño que es Rey del cielo
y que en tierra va a morir:”

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Peregrinos a Belén


 

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios!
¡Sabré librar los caminos
como lince corredor

Al alba lo pregonaban
tres pastoras y un pastor.
Vieron, en la negra noche,
sobre un risco un resplandor,
un alífero celeste
que del cielo descendió
para anunciar a los hombres
que Dios en Niño encarnó.

Declaró que lo hallarían
en un pobre portalón,
reclinado sobre pajas,
para ser El Salvador.

Y los pastores, sumisos,
sin entender la razón,
al portalón se marcharon
con ganado y con zurrón.

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios¡

Al alba lo pregonaba
la mujer de un labrador.
Dijo que, en la negra noche,
brillar una estrella vio,
con un brillo tan brillante
que sin palabras le habló.

“Ven a Belén, labradora,
- el destello susurró -
que Dios Niño ya ha nacido
para ser El Salvador”

Y la humilde labradora
cogió deprisa un serón,
lo llenó de verdes frutos
y hacia Belén se marchó.

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios¡

Al alba lo pregonaba
un anciano pescador.
Dijo que, en la negra noche,
vio posarse un gran fulgor
sobre un establo muy viejo,
que con su luz relumbró.

“ Pescador, ven al establo,
_el lucero proclamó_
que Dios Niño ya ha nacido
para ser El Salvador.”

Y el creyente y buen anciano
de su canasto escogió
los pescados más sabrosos
y hacia el establo marchó.

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios!

Al alba lo pregonaba
lavandera del albor.
Dijo que, en la negra noche,
una gran luz rieló
el río donde lavaba
como si fuese un farol.

“ Lavandera, ve al pesebre
_el diamante, pronunció_
que Dios Niño ya ha nacido
para ser El Salvador.”

Y la blanca lavandera
de su tendal descolgó
las prendas más relucientes
y hacia el pesebre marchó.

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios¡

Al alba lo pregonaban,
muy cerca del torreón,
las coronas de tres Reyes,
Baltasar, Gaspar, Melchor,
que desde Oriente llegaron
guiados por la visión,
al comprender el mensaje
del Niño que es Hombre y Dios.

Serpenteando senderos
en su peregrinación,
fueron a informar a Herodes
por ser persona de honor.

Y, tras cortés despedida,
siguieron su procesión
con oro, mirra e incienso
para ofrecérselo a Dios.

¡Padre, quiero ir a la gruta
donde dicen que está Dios!
¡Sabré librar los caminos
como lince corredor!