NOCHE
DE REYES
(Mt
2, 1-12)

Por
Emma-Margarita
R. A.-Valdés

Los
Reyes Magos de Oriente
siguen,
por su fe, a la estrella,
caminan
hacia el Pesebre
con
metafórica ofrenda.

El
oro es fausto, riqueza;
incienso,
aroma del alma,
y
la mirra, panacea
para
la materia humana.
Afirman
que es el Mesías,
el
rey de ricos y pobres,
de
las almas redimidas,
de
la eternidad del hombre.
El
Niño admite la dádiva
como
muestra de poder,
una
muestra pobre y pálida
de
lo que su Reino es.
El
Rey, que todo lo puede,
nace
y vive en la pobreza
y
cuando por amor muere
es
su cuerpo llaga abierta.

Por
su sacrificio inmenso
para
salvarnos del mal,
por
su venida a este infierno,
le
ofrezco amor, amistad.
Le
doy todo lo que tengo,
le
entrego mi corazón,
y
aquí, en mi humano destierro,
Él
es mi Rey y Señor.
En
esta noche de Reyes,
todo
mi oro, incienso y mirra,
si
mi Niño-Dios lo quiere,
sea
suyo con mi vida.

Emma-Margarita
R. A.-Valdés

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