MEDITACIONES BAJO EL SOL

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

  

Idolatrado sol,

me traspasan tus cálidos fulgores,

vivos, brillantes y deslumbradores,

se funde con mi carne tu caricia,

borbotea mi sangre, ¡qué delicia

tu lumbre y mi arrebol!.

 

 

 Hoy late tu calor

sobre mi piel; tu ardiente tacto rojo

abrasa el fruto seco de mi abrojo,

florece en mi interior la fantasía

con nuevo tallo y savia de alegría,

con pétalos de amor.

 

 

 

Vehemente sensación

efluvio de recónditas pasiones,

un volcán de encendidas emociones,

un ciclón de deseo desbocado,

una oleada de carnal dictado,

de humana religión.

 

 

 ¡Que me abrace tu fuego!,

¡que me embriague el color de su hermosura!,

¡que me inflame la fría arboladura!,

¡que ilumine mi ciega oscuridad!,

¡que llegue a mi interior su claridad

y encuentre, al fin, sosiego!.

 

 

 

Amado resplandor,

hoy me ofrezco a tus rayos, fiel amante,

y tu roce caliente y excitante

enardece mi ardor, tus blancos besos

van liberando mis sentidos presos

en cárcel de dolor.

 

 

¡Qué inmenso es el placer

de percibir mi renacer vital!,

tu fuerza, tu energía celestial

me eleva al infinito, crece el alma

en sutil, soñadora, dulce calma.

¡Qué suave adormecer!.

 

 

Se oculta tu figura...

tiembla mi ser por honda destemplanza

y se condensa en negra lontananza

volviendo al cuerpo helado, estremecido

ante la brusca realidad, sumido

en ruin arquitectura.

 

 

Reflejo de la muerte

es la monotonía, en el verano

se vislumbra el rumor de algo lejano,

caricatura de un vergel eterno;

¿renacerán las sombras del averno

cuando el alma despierte?.

 

 

 

Son nubes de la envidia,

de hueca vanidad, de instintos bajos,

de avaricia encubierta con andrajos

de amor, de hipocresía y falsedad

que dañan, tergiversan la verdad

con nimbos de perfidia.

 

 

Son nieves del olvido,

del abandono, irresponsable juego;

se aparta el corazón de humano apego

en un alud de indiferencia fría

y surge el vendaval de la apatía

con su triste gemido.

 

 

 

Son lluvia de perdones,

son lágrimas que limpian pensamientos

y arrastran de la mente sufrimientos.

Los ojos ven más claro tras el llanto,

tras descorrer del horizonte el manto

de negros nubarrones.

 

 

 

¡De nuevo brillas, sol!,

palpitas en las ondas, tu presencia

se hace visible al dar nueva existencia

a aquello que iluminas, sólo quiero

mirar al rostro etéreo, al mensajero,

no al material guiñol.

 

 

Visión de un espejismo

tu blanca luz, son siete tus colores,

e inmaculadas son las bellas flores

sembradas en la carne, siete auroras

sobre tierras infestas, pecadoras

de orgullo y egoísmo.

 

 

Detesto la envoltura

que ahora me impide contemplar a Dios,

corteza de pasiones yendo en pos

de las pequeñas ambiciones, vanos

reflejos de la gloria, los mundanos

disfraces de ventura.

 

 

 

¡Que vea la verdad!,

si brilla el sol se ocultan las estrellas.

¡Qué mi alma sea arcón de ideas bellas!.

¡Que el amor sea el faro de mi puerto!.

¡Que sacie el mar la sed de mi desierto

con fe y con caridad!.

 

 

 

El alma iluminada,

como espejo divino, es el candor,

el arco iris de místico clamor,

el rayo de infinito, de grandeza

encerrada en un cáliz de impureza,

crisálida dorada.

 

 

 

La nueva claridad

da a mi vida valor, significado,

irisación mental, fuego sagrado,

llama interior que enciende la quimera

de mi camino, en su final frontera

con la felicidad.

 

 

Es la figura humana

estalagmita que se eleva al cielo,

su base una peana sobre el suelo,

y alegoría celestial, no un mito,

su vértice apuntando al infinito,

a una región lejana...

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés

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