LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE

 

(Mt 24,4-51; 25,1-13; Lc 21,5-38;

Mal 3,19-20a; Sal 97,5-6; 7-9a; 9bc)

 

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

   

 

I - SÚPLICA

EN LETANÍA DE AMOR  

 

  Óyeme, amor, hay plegarias

en mis labios.

Mírame, amor, de rodillas

ante Ti.

Háblame, amor, con palabras

de los salmos.

Siénteme, amor, recogida

junto a Ti.

 

 Guárdame, amor, en praderas

sin murallas.

Líbrame, amor, de los miedos

con la fe.

Guíame, amor, por la tierra

de las águilas.

Sálvame, amor, que en tu cielo

viviré.

 

¡Ven pronto, amor!...  

 

 

 

 

II - ESPERANZA

 

Yo sé que tú vendrás, Hijo del hombre,

llegarás luminoso en una estrella

como el rayo que sale del oriente

y hasta occidente alcanza su belleza.

 

Se agitará la mar,

se romperán las olas en la arena,

y bramarán las aguas

con sensuales canciones de sirenas.

   

No escucharé las voces

que me llamen al goce de la fiesta,

ni miraré las luces

que enciendan ante mí falsos profetas.

   

Yo esperaré en la playa

tu barca con el cielo entre sus velas,

y arribaré a tu gloria,

a la ciudad del oro y de las perlas.

   

No temeré a los vientos

porque serán las alas de mi espera,

ni temeré a las nubes

porque serán palomas mensajeras.

   

Pues yo sé que vendrás, Hijo del hombre,

brillarás poderoso en las tinieblas

cuando el mundo conozca tu palabra

y sepa de tu amor toda la tierra.

  

 

  III - CONSUMACIÓN

 

Ven pronto, amor,

aunque no quede piedra sobre piedra,

aunque el dolor me aterrorice,

aunque tiemble la tierra,

aunque el hambre y el frío

cubran mi rico mundo de miseria.

Ven pronto, amor,

que, de ansiedad, el alma me desvela.  

 

 

Tengo mi lámpara encendida

y he llenado de aceite las alcuzas,

duerme la noche

y en mis labios florecen aleluyas,

toma mi mano,

elévame en los rayos de la luna,

cierra la puerta,

que no entren la tristeza y la amargura.  

 

 

 

Clarines, cítaras, trompetas

te aclaman, mi Señor, Rey de los cielos,

retumban tierra y mar

y mi voz canta salmos con tu pueblo,

los ríos y los montes

aplauden el encuentro,

y la paz, la justicia y la alegría

se instauran en la luz del nuevo reino.  

 

 

Reclínate en el trono, bien amado,

que yo ungiré tus pies de peregrino

con esencia de azahar

del vergel renacido en el abismo.

Reclínate y descansa

en el jardín de amor de los olivos,

pues ha llegado el tiempo,

la predicción del cielo se ha cumplido.  

 

 

 

 

IV - RESURRECCIÓN

 

Hoy cantan primavera

los pétalos jugosos de mis sueños,

la vieja rosaleda

florece sobre restos de años muertos,

mariposas de cálidos colores

juegan luces y sombras en el aire,

los tallos de mis noches

crecen libres de espinas y cristales.  

 

  

Hoy cantan alabanzas

las alondras del árbol de mi vida,

el viento entre sus ramas

susurra la nostalgia a la sonrisa,

voces que en el silencio de la ausencia

forman la estela blanca del olvido,

raíces de la tierra

afloran con el agua del bautismo.  

 

 

Hoy canto tu canción

antigua sinfonía de laureles,

arpegios de fervor

traspasan el vacío de mi mente,

rojas notas de sangre enamorada

fluyen por los caminos de mi cuerpo

y un surtidor de lágrimas

limpia mi corazón de errores viejos.

Emma-Margarita R. A.-Valdés  

 

Del libro “Versos de amor y gloria"

Biblioteca de Autores Cristianos (BAC)

 

 

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