Jesús camina sobre las aguas: Mt 14,22-36; Mc 6,45-56; Jn 6,14-21

 

 


 

Del libro "VERBO y verso"

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

 

JESÚS CALMA LAS TORMENTAS

 

La marcha de Jesús sobre las aguas

es otro de sus signos.

Sólo Él es poder que pacifica,

destella en las tinieblas, escucha los gemidos

y calma las tormentas

que surgen en el mar de los destinos.

Lleva la iglesia a puerto,

como el Padre amoroso, protege a sus discípulos.

Será en Cafarnaún

donde revelará su místico sentido.

 

Jesucristo es el faro luminoso

que alumbrará al marino,

es la Verdad, la Vida, para el náufrago

arrastrado en las olas del mar de los malditos.

Es la misericordia,

es Luz de Luz, divino,

conquistador de eternos horizontes

para los navegantes que pilotan perdidos.

 

Jesús es beatífico alimento.

Jesús es pan de Vida para la eternidad,

el divino misterio,

que responde a las ansias más profundas

del hombre zarandeado por el viento.

Desprecia el interés

de los avasallados por pan en el camino,

no buscan la divina redención de las almas,

se buscan a sí mismos.

 

Él es revelador de la bondad del Padre,

el sacrosanto Verbo.

Alimento de amor,

para saciar el hambre en el océano,

anuncio del banquete de la Vida,

presencia de su cuerpo y de su sangre

que se parte y reparte y multiplica.

 

Traslucen sus palabras

dones sacramentales.

Superan terrenal entendimiento

las eternas verdades.

 

En las grandes mareas,

en las fieras tormentas mundanales,

cuando se oculta el sol

tras los montes de tenebrosidades,

Jesucristo es el dique,

la escollera que salva y que protege,

la dársena que alberga la alegría,

y los que le reciben

aprecian, por la fe, el valor de la Vida.

 

 

HAZ DE MÍ TU BUEN DISCÍPULO

 

 Una terrible tormenta

del cielo se desataba

cuando los fieles discípulos

navegaban en la barca

Rey de la gloria y la tierra

caminaste sobre el agua

para apaciguar los mares

y traer la paz, la calma.

Tus miedosos servidores

creyeron ver un fantasma.

Soy yo, dices, no temáis,

que con fe todo se alcanza.

 

Acércate, mi Señor,

a mi barca, fiel amigo,

concédeme tu perdón

y haz de mí tu buen discípulo.

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés

email del autor: universo@universoliterario.net

 

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