UNA FAMILIA "ACOMODADA"

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 


¡Qué infortunado es el hijo

de padres acomodados!

Nace en clínica de lujo

con expertos cirujanos,

es su llegada a este mundo

un sencillo y frío parto.

La madre no le alimenta,

biberón es lo adecuado,

hay buena leche  industrial,

es mejor no amamantarlo,

pues se estropean sus pechos

y pierde así sus encantos.

Por la noche, entre otras cunas,

pasa las horas gritando.

El bebé añora el sonido

del latido acostumbrado.

Su madre duerme tranquila

sin  que él rompa su descanso.

 

Muy pronto la guardería,

después el colegio caro,

con horas extraordinarias

de idiomas, gimnasia y tanto

nuevo y completo bagaje,

para, al final, el fracaso

en lo único importante:

ser, de Dios, hijo y hermano.

Al regreso del colegio

le recibe, sin abrazos,

la sirvienta, que se gana,

por estar..., un buen salario.

Reina el vacío en la casa

y el miedo ronda en el ático.

Circula por el pasillo

un gélido desamparo.

Es un edificio grande

y es un hogar muy menguado.

Los juguetes abarrotan

estantes, suelo y armarios,

mas él perdió el interés

por jugar con fríos trastos,

sólo la tecnología

le hace olvidar su desánimo

con juegos que atan su mente,

le transforman en su esclavo.

 

Al llegar las vacaciones,

le envían a un internado,

o a un lejano campamento,

no tengan que estar cuidándolo,

y mostrar su  alto nivel

en el mundo del engaño.

Él niño, sin la esperanza,

sin la ilusión del verano,

de nadar en la piscina

o en la playa, o ir al campo

con sus padres, en familia,

gozar después del trabajo,

de haber pasado su tiempo

en el colegio encerrado,

y olvidar la soledad,

y hacerse más fuerte y sano,

se encuentra triste, abatido,

injustamente tratado.

El padre con sus negocios

y la madre con sus gastos

en lo que la moda exija

para embellecer sus rasgos,

tiempos de tiendas, de encuentros...,

o improcedente trabajo,

no tienen momentos libres

y es conveniente alejarlo,

que el niño no vea ni oiga

ciertos actos no muy claros.

Piensan que en esos lugares

estará en muy buenas manos,

se acostumbrará a la vida,

a recibir duro trato,

no analizan los peligros

que se emboscan contra el párvulo...

 

Así va creciendo el niño

en dolor y desengaño,

en la cultura del triunfo,

material, mundano y fatuo,

con una enseñanza laica,

sin esperanza en lo Alto,

sin conocer la Verdad

que completa al ser humano.

Sus largas horas de estudio

la dejan fobia y cansancio.

Lleva el corazón vacío

de amor y, sin entusiasmo,

se somete a una existencia

sin finalidad ni encanto.

 

Al llegar su madurez,

sus padres ya han alcanzado

ser estorbo insoportable,

requieren muchos cuidados,

cree vivirán mejor

en residencia de ancianos.

Piensa que en ese lugar

estarán acompañados.

Así entendieron sus padres

cuando, en su niñez, optaron

por enviarle muy lejos,

en el soñado verano.

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

 

 

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