Si
en la noche profunda de mi estancia
brilla
tu aurora eterna en mi horizonte,
abriré
a Ti mis puertas y ventanas,
gozaré
del paisaje de tus montes;
si
los muros atávicos se rompen
con
los golpes del pulso de mis venas,
descubriré
el misterio de tu nombre,
seré
libre de mitos y entelequias.
Volarán
mis palomas a tu encuentro
por
valles del perdón y del olvido,
cruzarán
los caminos de tu cielo
en
busca de su auténtico destino;
despertarán
mis pájaros dormidos
en
el rincón agudo de mi celda,
agitarán
sus alas al divino
vendaval
del amor y de la ciencia.
Las
esclusas del tiempo se abrirán
a
tu paz, con caricias contenidas,
un
río de horas nuevas correrá
por
el lecho insondable de mi herida;
los
desiertos del hambre y de la ira
serán
verdes oasis; con laureles
trenzaré
las coronas sensitivas
que
ceñirán la orilla de mis sienes.
Brotarán
manantiales de bonanza
en
mi agostada tierra de secano,
renacerán
antiguas flores blancas
y
será primavera todo el año;
renovaré
el bautismo de iniciado
en
las primeras aguas de la vida,
regaré
tus raíces con mi llanto
por
tus brazos en cruz, por tu agonía.
Mi
oración cotidiana de alma y cuerpo
hoy
grita inútilmente en el vacío,
mañana
será voz en el silencio
esta
cadencia triste de mi espíritu:
¡Bello
ser ideal, sueño escondido,
ánfora
del amor, dulce armonía,
éxtasis,
plenitud, sagrado amigo,
paraíso
de luz, eucaristía!.
Está
sorda la noche por la niebla
del
pasado velando sobre el pecho,
tu
amanecer vendrá sobre mi esfera,
se
abrirá mi azahar bajo tu aliento;
un
latido incesante cuenta el tiempo
para
el momento cumbre de la alianza,
la
mirada cabalga el universo
sobre
mi inmaterial cordón de plata.
Yo
soy fulgor efímero del rayo
en
el umbral sonoro de la angustia,
soy
pasajero en un navío extraño,
navegante
del miedo y de la duda;
Tú
eres camino recto en la espesura
hacia
el confín vital del firmamento,
eres
mi timonel, lucero y brújula,
orientas
el delirio de mi vértigo.
Ven
antes de que el frío hiele el fruto,
antes
de que se acabe tu maná,
ven
para esclarecer mi lado oculto,
destruye
mi ficción con tu verdad,
siembra
arena de estrellas en mi mar,
recoge
las espigas de mis campos,
haz
de mí levadura de tu pan,
llena
de luz y sal mis vacuas manos.
No
habrá años, ni minutos, ni segundos,
la
eternidad eternamente nuestra,
no
habrá ni un tú ni un yo en el crepúsculo,
unirás,
al final, alfa y omega.
Danzaré
por la ruta de tu estela
hasta
abrazar tus ramas de árbol recio,
celebraré
mi boda, la promesa,
en
el místico altar de tu evangelio.
Emma-Margarita
R. A.-Valdés
Del
libro “Versos de amor y gloria"
Biblioteca
de Autores Cristianos (BAC)
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