DÉJAME SER TU MADRE Por
No desertes del valle de tu origen, no me apartes del cauce de tu río, yo soy el lecho fiel para tu curso desde la fuente al mar de tu destino. La primavera tuya, que me hiberna en el rincón helado del olvido, tiene flores lozanas que son frágiles y suelen deshojarse al primer frío.
Continúo aguardando por la aurora el calor que evapore tu neblina, almaceno la miel de mis panales instalados en campos de tu herida. No me marchitare en el crudo invierno porque mis viejas hojas son espinas hechas perennidad por tanta espera de tu amor congelado en las orillas.
En la sabiduría de tu otoño, con tu buen corazón de oro macizo, volverás a buscar en tus raíces la dirección exacta del camino. Por eso abrigo quieta, sosegada, la fe en tu despertar del cuento efímero, el final de tus cándidas quimeras, el cese de volcánicos delirios.
Intuyo tus cascadas, tus corrientes, el discurrir del agua en tu crecida, déjame ser tu madre y compartir con cariño tus penas y alegrías. En la festividad de tu mirada, calmada la tormenta del estío, gozaremos, al sol de eternidad, la dicha de sentirnos madre e hijo.
Del libro "Maternidad..., es poesía"
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Pintor: Sir Edward Coley Burne-Jones
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