Se extienden las cadenas
cotidianas
hasta
la selva verde, original,
y
atrapan, con metálicas lianas,
la
libertad desnuda, virginal.
Monótono
latido de eslabones
en
la rama cautiva del temor,
forjada
esclavitud, legislaciones,
que
aprisionan al genio creador.
Milenios
de cadenas cotidianas
arrastran
celestiales melodías,
el
concierto feliz de islas lejanas
perdidas
por angustias y agonías.
Los
cerezos en flor visten sus galas,
blanco
y rosa en el aire para el fruto,
se
engalanan con plumas viejas alas
al
deseo de huir de duelo y luto.
Grilletes
con cadenas cotidianas
aprisionan
el mundo de la idea,
encierran
el fulgor de las mañanas
en
la mazmorra gris de la tarea.
Muy
lejos de la luz, bajo el manzano
que
cubrió con su sombra los destinos,
la
entelequia reclama al ser humano
que tejió su corona en
los espinos.
Emma-Margarita R. A.-Valdés
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