Eres
joven y aceptas la llamada
que te
lleva al servicio con tu entrega
a
vivir en la brega
por el
amor de tu alma consagrada.
Recorres los caminos de la tierra
con
los pies desgarrados en el suelo,
tu
mirada en el cielo,
y el
corazón herido por tu guerra.
Atiendes al
anciano, al indigente,
al
enfermo, al penado, en la misión
de
anunciar la Redención
y de
aliviar sus males dulcemente.
En
países lejanos has dejado
los
años de tus flores y tus frutos,
tus
humanos tributos
al
Señor que en la Cruz nos ha salvado.
Rama
añeja del árbol de la vida,
vencedora de humanas tempestades,
de
envidias, falsedades,
continúas luchando sin medida.
Es
ejemplo tu vida misionera,
obrera
de la viña del Señor,
soportas el dolor
con la
fuerza de tu misión primera.
Tu
vejez en benévolo servicio
es
prueba de tu brío y calidad,
de
rica ancianidad,
de
eterno amor y duro sacrificio.
Has
dejado tus brazos en la Cruz,
has
seguido la ruta del Calvario,
te has
unido al Sagrario
y en
el final merecerás la Luz.
Emma-Margarita R. A.-Valdés
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