Te has revestido de lodo,
te revuelcas en el
fango,
tus pensamientos
son
polvo
y tus dioses son de
barro.
Son ídolos que hoy devoto
amasas para adorar,
con tu necia insensatez
les pides amor y paz.
Son ídolos que levantas
de esperanzas, de
utopías,
dioses que pronto
destruyes,
dioses que no dan
salidas.
¡Transforma tu lodo en
tierra
donde siembres nuevas
horas
y recojas la cosecha
germinada con tus obras!
Todos nacimos iguales
de nuestros padres
primeros,
somos una ínfima carne
repartida por milenios.
Pero hay un alma inmortal
y un magnífico cerebro.
¡Apaga el fuego
fugaz
y abona lo que es
eterno!.
Comprendo tu desencanto
y siento tu sufrimiento,
quisiera darte la mano
para elevarte hasta el
cielo.
pero es inútil, hermano,
tú no quieres liberarte,
gozas pregonando el daño
que sientes sobre tu
carne.
No deseas conocer
más allá de lo esencial.
Vives para tu sostén
¡y niegas la eternidad!
Hombre de cieno, cautivo,
materia en figura humana,
en ti el hálito divino
se ha evaporado en la
fragua.
No brota sobre tu mente
ningún bello pensamiento,
tu crítica de la suerte
repite conceptos muertos.
Pretendes la libertad
quemando viejos valores,
creas la contramoral,
vives esclavo de errores.
Poeta del pueblo llamas
al que canta la bajeza
y con poesía zafia
alaba tus vanas quejas.
Adoras, en tu ignorancia,
al inconformismo necio,
no sabes que sólo trata
de hacerte su prisionero.
Prisionero del poder
de aquéllos que, con
engaño,
te prometen un edén
al alcance de tu mano.
Prisionero de igualdad,
de una “masa” sin
ensueños,
uniformidad mortal,
sepulcro de los cerebros.
Prisionero de penurias
repartiendo la pobreza.
Por tu envidia
destructora
soportas hoy la miseria.
Prisionero del trabajo,
pues, con rebeldía terca,
has hundido al empresario
y quedan pocas
empresas.
¡Cuidado! ¡Trabaja
fuerte!,
si pierdes tu actual empleo
es difícil que otro encuentres,
¡no hay tarea ni dinero!.
Desata las ligaduras
de la incultura y el
odio,
de la desconfianza burda,
¡abre los ojos sin lodo!
Hoy muros se han
levantado,
rediles de pueblos clave,
y hombres mueren por
saltarlos
y hombres mueren por
quedarse.
Piensas sólo en tus
derechos
y no en tus obligaciones.
Todos somos jornaleros
de una misión en el orbe.
Estamos así obligados
a incrementar la riqueza
con nuestro trabajo
honrado
para dar pan a la tierra.
Tenemos que compartir,
sin exigencias injustas,
y sentirnos bien al fin
de nuestra efímera ruta.
Lucha por ser hombre
libre,
porque triunfen los
valores,
la moral y la justicia,
la fe y las altas
misiones.
En el amor y el saber
hay libertad verdadera,
abre mente y corazón
y hallarás paz en la
tierra.
Así llegarás a ser
hombre libre, feliz,
sabio.
¡Unidos por el amor
todos seremos hermanos!.
Emma-Margarita R. A.-Valdés
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