Por las calles sinuosas del cerebro,
en el sensible pálpito,
antesala del miedo,
mi pensamiento errante
recorre abandonados vericuetos,
por la sonrisa azul y el llanto gris,
al son multicolor de los recuerdos.
Descorro las cortinas,
veo la incertidumbre del mañana,
e imagino azucenas esparcidas,
la primavera mágica.
El pensamiento errante
asciende hasta las cimas del invierno
y, desde el precipicio, su paisaje
son nubarrones negros.
Si la conciencia un día se despierta
y cruza la distancia
trayendo las caricias de sus manos,
no azotará el diluvio mi ventana;
un horizonte claro, transparente,
llenará las miradas
y el pensamiento errante
descansará en su casa.
Emma-Margarita R.
A.-Valdés
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