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MARÍA, TU HIJO TE ANUNCIA SU ÚLTIMA CENA Por Está
próximo el día de los Ácimos, es
la fiesta ritual de los judíos. Tú
recoges los panes fermentados, y
te ocupas de todo lo preciso. Tu
hijo habló contigo y te dio ánimos, va
a empezar su Pasión, su sacrificio, es
la hora señalada para el tránsito, pronto
desvelará su Ser divino. Y,
como despedida, ha organizado una
cena en unión de sus discípulos, dará
su testamento, su mandato, porque
llega el momento decisivo. Los
apóstoles serán, en el cenáculo, testigos
de su amor y su prodigio. La
casa de la madre de Juan Marcos es
el lugar que Cristo ha preferido; desde
ese jueves sitio venerado entre
los seguidores del mirífico. Traes
carne de cordero, vino, hierbas; la
carne asada al fuego, es lo prescrito; cuatro
copas de vino habrá en la cena; con
la primera copa de ese vino el
anfitrión bendecirá la fiesta; la
segunda es preámbulo al inicio del
Hallel; con la copa que es tercera se
da la bendición, está cumplido el
ritual, y la cuarta, al fin, completa el
rezo del Hallel. Lo indica el Libro del
Éxodo, reflejo de esta fecha. Con
dátiles, almendras, nueces,higos, harás
el horoseth, que representa el
lodo del trabajo del cautivo; lechugas
y achicoria, que amarguean, forman
el merosin, y el pan de trigo, el
matsot, con cebada y con avena, sin
levadura, que al salir de Egipto, por
la prisa, no dio tiempo a ponerla. Es
Pascua de Yahvé, es el clandestino banquete
que salvó a la gente hebrea de
dura esclavitud, del genocidio. Echados
estarán los comensales a
la forma habitual de los triclinios, al
estilo romano; los detalles de
aquella ceremonia eran genuinos. Tendrá
la cabecera el responsable del
grupo y a los lados los venidos para
concelebrar el día grande; mesa
rectangular, con utensilios, cojines
sobre los que recostarse, tres
anchos bancos, y para el servicio queda
libre un extremo, como base a
todos los manjares y adminículos. De
este modo vivieron los apóstoles el milagro dogmático, eucarístico.
de lo que había en la cena sucedido: Jesús
sentado en medio de los doce, y
Juan a su derecha, el más querido; a
su izquierda Pedro; Judas Iscariote en
un ángulo, junto al fiel discípulo; los
demás a ambos lados, sin un orden, aunque
ansían tener más cerca a Cristo. Jesús
les dice que no habrá otra Pascua hasta
cuando en el Reino estén unidos, y
esta cena, temida y deseada, es
el final para un feliz principio. Sentados
a la mesa, Él se levanta; se
quita el manto; más cordial, más íntimo con
la túnica; toma una toalla y
se la ciñe; echa agua en un lebrillo, y
se postra ante Pedro, que así exclama “¿Tú
me lavas a mí...?”. No está previsto este
acto del Mesías; Él lo aclara diciendo
que en asuntos metafísicos más
adelante enviará la llama que
clarificará lo acaecido; quien
no lava la suciedad del alma no
tendrá parte en el convite místico, y
hagan lo mismo que Él, sin arrogancia, servir
es un deber de amor, de amigo.
Comenzada
la cena de hermandad, mustio,
apesadumbrado, les predijo que
uno de ellos le iba a traicionar. Los
presentes dudaban de sí mismos, todos
se preguntaban quién será. “¿Soy
por ventura yo, Rabbí?”. Lo ha dicho Judas.
Cristo contesta: hazlo ya. Cuando
Judas abandonó el recinto
cruzando
la infernal oscuridad, aseguró
Jesús a los reunidos que
el Verbo en Él se glorificará. Un
año solamente ha transcurrido desde
que habló en Cafarnaúm del pan, manjar
de Vida, fruto beatífico, y
en esta cena se lo va a dejar ministrándose
entero en pan y en vino, la
dádiva de su proximidad para
elevar al hombre al Infinito. En
sus sagradas manos tomó el pan, lo
partió en once partes, lo bendijo, lo
dio: tomad, comed todos del pan, esto
es mi cuerpo...haced por mí lo mismo. Dando
gracias al Padre celestial tomó
después el cáliz, lo bendijo: es
mi sangre que se derramará... ¡Cómo
entiendes, María, su designio! Sabes
la Omnipotente voluntad. ¡Qué
gran muestra de amor quedar cautivo! Con
profundo pesar te van contando les
habló como hermano, como amigo, dio
un nuevo mandamiento a los cristianos: caridad,
que les hace sus discípulos. Ahora
no puede, a dónde va, guiarlos, mas
volverá en su fecha a conducirlos al
lugar elegido y preparado, para
ir con Él: verdad, vida y camino. Terminado
el banquete, mudo el cántico, fueron
al monte gris de los olivos, tarde
negra, telón de luto y llanto cubre
un cielo lejano, apocalíptico. Moraba
en derredor un mal presagio
y
en los fieles latidos un cilicio. Pedro
le dijo que estará a su lado, le
seguirá por zarzas, por espinos, sufrirá
sus heridas, sus desgarros, pues
él es Pedro, piedra de granito, arrasará
el jaral, el jaramago, bajará
hasta el abismo del maligno, le
arrancará el cuchillo, la hoz, el látigo, y
entregará su vida por su amigo. Jesús
contesta que al cantar el gallo tres
veces negará ser su discípulo. Cuando
caigan las sombras del ocaso y
comiencen las horas del suplicio, le
lanzarán la flecha del sudario, se
acallarán las voces de los címbalos, beberá
hasta las heces los agravios y,
en soledad, padecerá el martirio. De
temas importantes les ha hablado dejándoles
confusos, afligidos; al
final, tristemente, dijo ¡vamos! ha
llegado el momento. Sus discípulos salieron
en silencio del cenáculo hacia
el huerto de paz de los olivos.
En mp3, recitada por la autora
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Libro "Versos de amor y gloria"
Libros de Emma-Margarita R. A.-Valdés
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