LLEVADME A MI TIERRA

 

Por

Emma-Margarita R. A.-Valdés

 

Cuando un día muera

allá, en la distancia,

llevadme a mi tierra,

a mi pueblo, a casa.

 

Hay un lugar bello,

muy verde y muy blanco,

sobre un mar inquieto:

mi brioso Cantábrico.

Yo oiré golpear,

arriba, en lo alto,

su fuerza vital

el acantilado.

 

Desde mi montaña,

con su húmedo prado

y sus flores malva,

veré el viejo faro,

las playas, el cielo,

la Iglesia, el mercado,

las calles, el puerto,

las casas, los barcos.

 

La capilla estática

erguida en lo alto

oirá mi plegaria,

veré al Dios arcano.

 

Ante el Nazareno

y la Virgen Blanca

hablaré en silencio

con la voz del alma.

 

Y no estaré sola

en un mundo extraño,

lo habitan personas

de mi ancestral barro.

 

Al anochecer,

sobre el mar, rielando,

veré al sol que amé,

grande, rojo, gualdo,

y en la oscuridad,

bajo recios álamos,

saldré a pasear

con mis allegados.

 

Al amanecer

cantarán los pájaros

del alto ciprés,

vertical y mágico.

Las olas del mar

verterán su llanto

en lluvia de sal

como un dulce bálsamo.

 

Por esto yo quiero,

desde la distancia,

volver a mi pueblo,

a mi tierra, a casa.

Emma-Margarita R. A.-Valdés

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