Un temblor malva, rehén de crisantemos,
enfriaba en mi sangre los otoños.
Cilicios de la noche me acercaban al limen.
Delirios del enebro y de la ortiga
gritaban la inocencia de la algaba.
Al conjuro del vértigo
escanciaba el acíbar en el éxtasis
de mortales mixturas.
Lívida, muda, cárdena, aterida,
acogía en mi seno la quimera.
Lejanos pebeteros
esparcían perfumes inmortales,
mitigando el latido de mi sien
febril por el concepto y el absurdo.
Nómada por tu amor,
libre de reglas, leyes y costumbres,
sin cartera, sin llaves, sin adarga,
lejos del alfolí,
continúo mi humana singladura.
Las arpas amanecen
sobre la piedra-losa, la acitara
que encubre el verdear de las praderas.
Desnuda de soberbia, libre del almajar,
me cobijan maitines celestiales,
me ciñen la cabeza guirnaldas ambarinas.
Reza en mi corazón un salterio sagrado.
Ya no sigo radía, sin rosa de los vientos.
Viajera del relámpago divino
alcanzo la verdad de tu metáfora.
Emma Margarita R.A.-Valdés
Del libro: "Algarabía"
Editorial: Obra Social y Cultural de Cajasur.
Prohibida su reproducción sin expreso consentimiento.
|